La travesía del desierto

Como si replicara la famosa frase de Arnold Schwarzenegger en Terminator (I’ll be back), este año volvió a abrir sus puertas el Mobile World Congress (MWC), el evento más relevante de la industria de las telecomunicaciones que tiene lugar todos los años en Barcelona. Cabe recordar que el MWC 2020 fue el primero de los grandes eventos sectoriales globales suspendido a principios del año pasado, cuando la pandemia recién comenzaba a acelerarse.

La decisión de realizarla este año, postergada a junio en lugar de febrero para darle un poco más de aire al proceso de vacunación y control de la pandemia, aunque comprensible, resultaba también arriesgada. Leyendo las noticias de todo el mundo, la pandemia todavía no da signos de estar dominada a pesar de los avances en vacunación (que hay que admitir que son dispares, aun dentro de los países más desarrollados económicamente).

Sin embargo, el MWC no podía permitirse una segunda cancelación consecutiva. Tanto para la GSMA Ltd., organizadora del evento, como para la ciudad de Barcelona. En la última edición de la vieja normalidad, el impacto económico del evento resultó ser de unos € 500 M, incluyendo no sólo al evento en sí sino también su “derrame” en hotelería, gastronomía, transporte local y entretenimiento. Adicionalmente, hay que considerar que la relevancia de GSMA Ltd. es tal que se estima que provee uno 80% de los ingresos totales de la GSMA. Y dentro de ese 80%, una proporción similar, si no mayor, corresponde al MWC de Barcelona. O sea, se perdieron demasiados ingresos en 2020, por lo que no podía repetirse en 2021. Así, la organización siguió adelante, con un modelo híbrido presencial-online y amplias medidas sanitarias. Sin embargo, ya antes de empezar, la cosa venía mal barajada, con muchas ausencias notables tales como Ericsson, Nokia, Qualcomm, Vodafone, Deutsche Telekom, Lenovo/Motorola, Samsung, Sony, Xiaomi y otros.

Las estimaciones previas de la organización esperaban unos 30.000 asistentes, casi un 30% de los más de 100.000 que hubo en la edición 2019. Sin embargo, las cifras reales parecen haber estado muy lejos de este número. Esta impresión se basa en las imágenes que llegaban de Barcelona (ver “Tuits Selectos”), con una feria muy reducida en términos de superficie (se pasó de 8 a 2 pabellones y de 2.400 expositores a 300) y que mostraba una desolación sobrecogedora. Además, y a diferencia de los años anteriores donde la organización publicaba las cifras de asistentes ya antes de arrancar el evento, este año hubo mutis por el foro… Quizás inferir que hubo un 10% de la asistencia respecto del 2019 pueda resultar una especulación optimista. Ni siquiera las entradas a € 21 (contra los cientos de euros de años anteriores) pudieron mitigar el impacto. Incluso Elon Musk, cuyo keynote era uno de los más mediáticos y esperado, no estuvo presente físicamente, sino que participó de una entrevista vía videollamada. Adicionalmente, las restricciones sanitarias y de viajes también impactaron en una mucho menor cobertura mediática, particularmente en los medios masivos no especializados. Así, para quienes no están en la industria, el MWC pasó desapercibido, a diferencia de ediciones anteriores.

A pesar del entorno, los participantes le pusieron ganas, pero realmente no hubo grandes novedades. Por supuesto no faltaron los reclamos a la regulación, particularmente dentro de la Unión Europea, donde todavía las telecomunicaciones se rigen por normativas que no consideran al bloque como un mercado único sino como 27. Como resultado, un mercado de casi 500 M de habitantes tiene unos 80 grandes operadores de telecomunicaciones, atentando contra las escalas que alcanzan países como China (con 3 operadores) o los EE.UU. (con 5 grandes operadores nacionales). Se trata de un escenario que afecta a la competitividad de Europa en la materia y que hoy se ve en el lento avance de 5G respecto de otros mercados desarrollados económicamente.

Desde el punto de vista puramente tecnológico, lógicamente que se habló mucho de 5G y sus potencialidades, así como de una mayor “softwerización” de las redes, con mucho énfasis en la oportunidad de la nube para las redes modernas. Como se ve, nada de lo que no se viniera hablando desde hace bastante tiempo. En materia de 5G fue significativo el comentario del director del segmento empresas de KT (Korean Telecom). Éste afirmó que la adopción de los servicios 5G en el mercado empresarial se ve obstaculizada por la falta de casos de negocio y el lento desarrollo de dispositivos y aplicaciones. En otras palabras, 5G sigue siendo vista (y vivida) como una red móvil de más velocidad. Esto significa que las promesas de usos revolucionarios de 5G todavía no se concretan.

Por otra parte, también se habló mucho de la inclusión digital, aunque más con expresiones de deseos y escenarios ideales que con formas concretas de poder alcanzarla. Algo que tampoco es nuevo.

Con estos antecedentes, la edición 2021 quiso ser una muestra de resiliencia, aunque el ambiente estuvo lejos, lejísimos, de lo que este evento supo ser. En definitiva, fue una edición atípica, realizada bajo la presión de tener que marcar presencia y decir “estamos vivos”, con el deseo de que para 2022 la situación permita volver a un evento mucho más cercano al anterior. Habrá que ver si este MWC es un primer paso para recuperar los grandes eventos o, por el contrario, la constatación que el formato está jaqueado. Lo más probable es que sea lo primero, aunque muchos creen que se trata de lo segundo. El tiempo dirá.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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