Jubilando a Gates

A partir de la semana próxima, Bill Gates, a esta altura un verdadero prócer de la era digital, abandonará su actividades al frente del día a día de Microsoft para dedicarse a otros temas (aunque seguirá siendo chairman de la compañía). Es el momento de repasar la trayectoria, con grandes aciertos y también algunos fracasos, de una persona que despertó odios y amores, pero que nunca resultó indiferente.

 

Un error bastante habitual entre quienes no siguen de cerca el mundo tecnológico es creer que Bill Gates es un genio de la tecnología. Quizás fomenta esta idea no sólo el éxito de su empresa sino su aspecto de adolescente nerd, con sus anteojos y sus aires de “no me importa mucho mi look”, y eso que éste mejoró bastante durante los 90 [N de la R: tenemos una foto con Gates en la cual posa con su corbata dentro del pantalón…]. Pero el verdadero genio de Gates no está en la tecnología en sí (aunque ciertamente no es un negado) sino en su capacidad para hacer negocios en el por entonces nuevo escenario.

 

Gates fue el primero que comprendió que las reglas de los negocios en el mundo digital eran otras y basó su éxito en algunos conceptos no tan habituales: entender que el negocio del software era distinto que el del hardware (algo que hoy puede parecer evidente pero que en los comienzos de Microsoft no lo era), apostar a desarrollar una plataforma tecnológica que otros se ocuparían de hacer relevante y ser conciente del poder de los efectos de la economía de red. Tres conceptos íntimamente ligados entre sí.

 

Cuando MS comenzó, si bien el software como negocio ya existía, estaba íntimamente ligado a una determinada plataforma de hardware y eran los fabricantes de este último los que marcaban el ritmo. Con el lanzamiento de DOS primero y Windows después, Microsoft invirtió los términos de la relación, permitiendo que múltiples fabricantes desarrollaran hardware que funcionara con el software de la empresa de Gates. Así surgió la revolución y masificación de las PC, dando lugar a que sus sistemas operativos se conviertan en una plataforma tecnológica que proporcionaba servicios y herramientas que otros podía usar para montar sus propios productos. Hoy vemos como el catálogo de aplicaciones es infinitamente más amplio para Windows que para cualquier otra plataforma de software, inclusive si se las combina a todas.

 

Por lo tanto, la plataforma es la base para capitalizar los efectos de red que permiten que el valor de un producto crezca en la medida en que más gente lo usa. Así, los fabricantes preinstalan Windows porque es la plataforma que más aplicaciones tiene, los usuarios piden Windows porque sobre éste corre Office, que es la herramienta que ya manejan y para la cual hay más opciones de capacitación y soporte. Un proceso que en la medida en que se da, más fuerte se hace.

 

Microsoft nunca se destacó por ser la empresa que mejores productos tiene. Apple desarrolló un entorno gráfico similar a Windows, pero varios años antes. Sin embargo Apple, que lideró originalmente el movimiento de las computadoras personales, apuntó a hacer por sí sola y bajo un modelo propietario, el mejor producto, con lo que sólo pudo alcanzar lo que sus brazos le permitieron (de hecho, mayormente tuvo participaciones de mercado por debajo del 10%). Al mismo tiempo, Microsoft, con productos de menor calidad (hecho que se debe en parte a tener que funcionar con hardware y software de múltiples proveedores), desarrolló la plataforma sobre la cual miles de desarrolladores crearon sus aplicaciones y productos. Los resultados son más que evidentes. Hay muchos otros ejemplos de productos técnicamente superiores (el OS/2 de IBM, WordPerfect, Lotus 1-2-3, Netscape, etc.), pero todos sucumbieron ante la más sólida estrategia de Bill Gates. Esto le permitió repeler desafíos y vencer rivales, aún cuando MS llegaba tarde a un mercado (como pasó con el de los navegadores de Internet).

 

El retiro de Gates del día a día de Microsoft se produce en un momento crucial para la empresa. Hoy la acción en el mundo tecnológico no pasa tanto por la PC como por Internet, y este cambio del punto alrededor del cual giran las cosas altera las reglas del negocio que Microsoft manejó a su provecho como ninguno. Y si bien la empresa seguirá contando con las vacas lecheras que son Windows y Office, estas son cada vez más parte del pasado y menos del futuro.

 

Con la madurez de su mercado Microsoft se transformó también en una empresa enorme, con la burocracia inherente a toda organización de sus dimensiones. Y viene trastabillando en sus planes para adaptarse al mundo de Internet (su buscador no levanta vuelo, fracasó su intento por Yahoo), por lo que los jóvenes talentos se sienten más atraídos por el glamour de empresas como Google. Sin dudas, Gates se retira a tiempo y seguramente no faltará en el futuro quien interprete que Microsoft comenzó su decadencia con la partida de su fundador, pero está claro que no es así.

 

En lo personal, y mirando esta nueva etapa en la vida de Gates, sin dudas hay que reconocer y aplaudir que, con toda su millonada a cuestas, hizo lo que muchos otros no hicieron: dedicar gran parte de su fortuna a ayudar al mundo luchando contra sus miserias. ¿Será al final que no era tan malo, sino un implacable hombre de negocios que resultó ser un buen tipo? El futuro dirá.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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