Daños colaterales

Independientemente del desenlace final que se dé en el asunto Fibertel, el mismo habrá servido para que al menos una vez el gobierno preste algo de atención a lo que sucede en la industria de las telecomunicaciones.

La súbita decisión de declarar caduca la licencia de Fibertel hizo que el gobierno se diera cuenta de que no todo está tan bien en este negocio que involucra a muchos otros actores más allá de la propia Cablevisión y la inevitable referencia a Telecom y Telefónica. La dificultad para encontrar rápidamente proveedores alternativos en cantidad suficiente sin generar una concentración aún mayor del mercado de acceso a Internet tuvo un resultado no previsto: poner en evidencia la desidia reinante en el ámbito de las telecomunicaciones desde que estalló la crisis de finales del 2001.

Un resumen muy sucinto sería así. El gobierno de transición 2002-2003 estaba ocupado apagando el incendio de la crisis, con lo cual se puede tolerar que no haya intervenido en la materia. Luego, bajo las sucesivas presidencias del matrimonio Kirchner hubieron dos Secretarios de Comunicaciones: Moreno y Salas.

El primero comenzó a darle un perfil más alto a su ya célebre estilo de interacción. Independientemente de esto, Moreno veía a las telecomunicaciones como una industria en el sentido convencional, que fabrica teléfonos, cables y otros dispositivos pero no como la infraestructura básica que es de toda sociedad moderna. Apenas si hubo un intento por crear Comarcoop, un quinto operador móvil que agruparía a las cooperativas y que, por motivos desconocidos, nunca vio la luz. Así, no se registraron avances en la reglamentación de distintos aspectos previstos por el decreto 764/2000 de apertura del mercado de las telecomunicaciones, aunque tampoco se estableció un marco regulatorio alternativo si es que el vigente no era del gusto de las autoridades en ejercicio. El resultado fue una supuesta apertura que no fue tal y que culminó, como es hoy evidente, en un mercado altamente concentrado pero poco controlado.

Luego fue el turno del Salas, un funcionario que se caracteriza por sus silencios así como por su inacción. De hecho, las dos veces que levantó el perfil y participó, aunque sea simbólicamente, en alguna decisión fue para dar lugar a conflictos. Primero asignando numeración a Cablevisión/Fibertel para dar telefonía para luego, a los pocos días, revocar esa decisión. Más tarde para emitir la resolución que marcó la caducidad de la licencia de Fibertel y que, amén del conflicto político, dejó al desnudo la falta de planeamiento respecto de sus previsibles consecuencias.

Así, la nave empezó a hacer agua. Se hizo evidente que el Estado no cuenta con datos actualizados de los proveedores de acceso a Internet, que la competencia en términos de redes es limitada, que los trámites se sabe cuando comienzan pero nunca cuando terminan, y varios etcéteras. A duras penas, y presionado por la justicia por un lado y por el parlamento por el otro, se reglamentó la portabilidad numérica para teléfonos móviles apenas unas semanas atrás.

Así, el rey (en este caso las telecomunicaciones) quedó al desnudo. Y lo que muestra dista de ser agradable a la vista.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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