Esta semana se efectuaron dos anuncios que marcan la evolución en el consumo de los contenidos en video y que evidencian que éstos están tomando una dirección independiente del espíritu de nuestra Ley de Medios, creada pensando en el siglo XX y no el XXI, tan influido por el desarrollo de Internet.
Por un lado, LG presentó su línea de TV con Cinema 3D. Se trata de una evolución en la tecnología 3D para televisores que ya no requiere de sofisticados anteojos que funcionan a baterías, que muestran ciertas limitaciones en cuanto al ángulo de visión y que exigen pausas para evitar mareos y/o dolores de cabeza. Esta nueva tecnología sigue requiriendo de lentes especiales, pero estos son más simples y baratos ($ 60 el pack de 2), e incluso pueden utilizarse sobre anteojos normales de corrección que utilice el espectador.
Más allá del atractivo tecnológico de las 3D, uno de los grandes problemas es el acceso a contenidos preparados para tal fin. No sólo hay que tener un reproductor de Blu-ray, sino también disponer de títulos bajo esta tecnología. Aquí es donde entra en juego la conectividad, utilizando las capacidades de conexión a Internet de los televisores (hoy denominados SmarTV, en línea con la lógica de los Smartphones). El electrónico será el canal clave para acceder a los contenidos en 3D ante las dificultadas asociadas a la distribución física de los mismos. Y para esto, los fabricantes de las TV realizan los acuerdos con los productores de contenidos directamente, en una desintermediación que deja afuera a las redes de distribución (cableros, telefónicas e ISP). Un modelo conocido en la industria como OTT (por Over The Top content), la entrega online de video y audio sin que el prestador de conexión a Internet intervenga en el control o distribución de los contenidos.
Otro que se sumó a la tendencia de la distribución de contenidos de video por Internet fue Telecom, con el lanzamiento de su producto Arnet Play. Se trata de un producto similar al On Video de Telefónica, donde un repositorio de películas, series, espectáculos y otros contenidos son accedidos desde la TV y/o PC a través de la conexión de banda ancha. Siendo que no son creadores de contenido, su objetivo manifiesto es reducir el churn (cantidad de clientes que abandonan el servicio) y aumentar la demanda de mayor ancho de banda en sus conexiones ADSL. Hay un tercer objetivo, que es lograr captar clientes de otros ISP, para lo cual planean para el año próximo que el servicio funcione sobre las conexiones de otros ISP más allá de la propia Arnet.
Seguramente este servicio será cuestionado por los operadores de TV por cable, tal como pasa hoy con On Video y Netflix, ya que lo encuadran dentro de lo que es video bajo demanda, categoría contemplada por la Ley de Medios a la cual debería adaptarse. Las telcos, por su parte, lo presentan como streaming de video, considerándolo entonces como un servicio de valor agregado. Esto seguramente abrirá una discusión entre abogados que pondrá en evidencia las falencias de la ley en su espíritu, su letra, su reglamentación, su interpretación y, finalmente, su implementación. Son los problemas que surgen por no haber dado un trato diferenciado a la producción de contenidos de su distribución. Por ahora, la tecnología se ocupa de ello. Si está bien o mal es otra cosa.
Más allá de lo que suceda en la discusión entre abogados, lo cierto es que la TV está mutando su formato. Como resultado de la digitalización, los contenidos pueden viajar por cualquier red, no ya únicamente aquellas concebidas específicamente para el transporte de video, como eran las redes de cable original. Así, a éstas le surgen en la práctica nuevos competidores provenientes de otras industrias, como es el caso de las empresas de telecomunicaciones o los mismos generadores de contenidos que, vía Internet, pueden llegar directamente al consumidor. Si bien por obvias razones económicas los cableros intentarán maximizar los ingresos por su negocio tradicional, también son conscientes de que, tarde o temprano, este escenario se extenderá inevitablemente. De allí las cuantiosas inversiones que están haciendo para transformar sus redes de TV por cable en verdaderas redes multiservicio de gran ancho de banda. Pero mientras dura la transición, la pelea será dura.
