Si bien la transmisión de contenido televisivo por Internet no es nueva, en las últimas semanas diversas noticias permiten adelantar que, superados los primeros pasos, se está definiendo esta nueva etapa en un medio que no muere sino que se transforma. Podría hablarse de una tercera ola, donde la primera fue la original, donde la TV era abierta y gratuita (como sucede hoy con los canales de aire), la segunda, donde el contenido comenzó a viajar por redes cerradas y hubo que comenzar a pagar (caso cable o satélite) y la tercera que es una fusión, con el contenido viajando por redes abiertas (Internet) pero donde el contenido es pago (caso Netflix).
Cuando de la mano de YouTube el video online comenzó a crecer, se pensaba que se estaba frente a un nuevo concepto de la TV: contenido amateur y de corta duración. Pero finalmente no fue este el camino de la TV sino que podría decirse que es un género nuevo, que no desplaza a la TV tradicional. Así, mientras la industria tradicional de la TV se escudaba detrás de esta diferencia, comenzaron a surgir nuevos competidores, aggiornando su modelo pero respetando el formato tradicional. El más emblemático de todos resultó ser Netflix que ofrece contenidos tradicionales pero a través de metodologías de consumo propias de Internet: bajo demanda. Ciertamente no es el único, y de hecho localmente hay otras ofertas, como Arnet Play, On Video, etc. No obstante, el problema para la oferta, desde una perspectiva de competencia, es lograr diferenciarse: los contenidos son producidos por terceros y no abundan los contratos de exclusividad.
Con este escenario en mente, Netflix acaba de dar un paso más allá, lanzando “House of cards”, su primera serie de producción propia. No sólo intenta emular a HBO. También conscientes de que el consumo es distinto en Internet que en la TV tradicional, en el momento del lanzamiento de la serie no sólo estaba disponible el primer capítulo sino la temporada completa. Otra diferencia está en el marketing, el cual no está basado en grandes movidas de comunicación (como publicidad), sino en el uso de las bases de datos de sus usuarios, utilizando la información sobre qué tipo de contenido ven, con qué actores, de qué directores y otras variables para mejorar las chances de éxito de su producto.
Otro que apuesta a nuevos modelos es Microsoft, quien trabaja en producir programación de TV interactiva para su servicio Xbox Live. La interacción se llevará a cabo a través de su tecnología Kinect (la misma utilizada para sus videojuegos). El objetivo es lanzarlo durante el presente año.
Hay otros que apuestan por el hardware, como se viene esperando/rumoreando desde hace años ya con Apple o más recientemente Intel, que busca una forma de mantener el crecimiento que el mercado de PC ya no le da con una combinación de hardware y servicio. Todo esto sin dejar de lado la tendencia a que los contenidos puedan ser reproducidos fluidamente en dispositivos tanto fijos como móviles.
Pero en definitiva, la clave de la TV está en los contenidos. Y éstos, en su formato tradicional aunque con un delivery actualizado, siguen siendo quienes hacen la diferencia. La clave es y será cómo monetizarlos, sea por abonos, reventa o publicidad o alguna otra forma aún no establecida. Como tanto se repite en la industria, “content is king” (el contenido es rey), y no parece que este vaya a abdicar, por más novedades que el mundo del hardware pueda introducir.