Los problemas que aquejan desde hace un tiempo a los servicios de comunicaciones móviles (léase celulares) llegaron para quedarse. Al menos por un tiempito. Y ante la falta de definición en cuanto a cómo jugará el Estado, tanto como regulador como actor (a través de Arsat), el cielo dista de mostrar un resquicio por donde se filtre el sol.
Hay algo que es generalizado, y es que los problemas no son exclusivos de ningún operador. Y si bien éstos podrían invertir más, tampoco pueden hacer milagros ante las restricciones de espectro así como de las limitaciones a la instalación de nuevas antenas.
El tema espectro es sin dudas el más acuciante. En esto juega no sólo la porción de éste en manos de Arsat que aún está en desuso por no haberse definido cuál/es será la red que lo utilice. Si bien Arsat ostenta aproximadamente el 25% del espectro disponible, la suma total de éste es aún escasa para los requerimientos actuales (recordemos que fue asignado en 1999 y muchas cosas cambiaron desde entonces). Considerando todo el espectro asignado en Argentina (incluyendo el que no se usa aún de Arsat), este asciende a 170 MHz. Este valor empalidece frente a los 260 de Chile, 340 de Brasil o la Unión Europea o los 547 de los EE.UU. Pero mucho más aún lo hace frente a la recomendación de la UIT (Unión Internacional de las Telecomunicaciones) que es de 1.148 MHz. En otras palabras, Argentina sólo asignó el 14% de lo recomendado.
Esta situación podría verse aliviada con la habilitación de nuevas frecuencias para servicios de 4G basados en LTE. Pero este alivio sería parcial inicialmente. Aún en el caso de que hoy hubiera una red LTE en funcionamiento, serían pocos los dispositivos habilitados para funcionar con esta tecnología. Aunque eventualmente, la mayor parte del tráfico de datos se cursaría por aquí. Vale recordar que a la tecnología 3G le llevó 5 años llegar a la mitad de los dispositivos vendidos en un año.
Desde el punto de vista práctico, desplegar una red LTE demandaría de un tiempo que sería mayor que el que haría falta para una red 2/3G. Esto se debe a que LTE requiere una densidad de antenas que es al menos 5 veces mayor. En otras palabras, un área cubierta por una antena de 2/3G requiere de aproximadamente cinco antenas para LTE. O sea, que se multiplican los problemas que enfrentan los operadores a la hora de instalar antenas. No obstante, esto no sería lineal, ya que los desarrollos tecnológicos llevan a celdas de más fácil instalación.
Por otra parte, uno de los problemas de LTE es que aún no cuenta con servicios de voz, por lo que estas redes “bajan” a las redes 3 y 2G para cursar llamadas telefónicas. Así las cosas, cualquier operador que dé servicios LTE deberá ya sea contar con una red 2/3G para la voz o lograr acuerdos con los operadores actuales en estas tecnologías para que lo hagan.
Ante este cuadro de situación, es fácil comprender que el desarrollo futuro de las redes móviles está en manos del Estado por diversos motivos. Como regulador, es quien tiene la atribución de asignar el espectro, tanto en cantidad como en condiciones para acceder al mismo. Como actor, porque mientras no defina el modelo de operación de Arsat, no sólo contribuye a limitar el espectro en uso sino que además frena cualquier plan que puedan tener las empresas (tanto operadores actuales como potenciales) para incursionar en el negocio. Por lo pronto se barajan dos caminos. Uno es el de ser un operador mayorista sobre cuya red y espectro trabajarán cooperativas y PYME de telecomunicaciones para que éstas ofrezcan sus propios productos. El otro es el de operar la marca Libre.ar y que estas últimas empresas simplemente actúen como revendedoras, lo que disminuye notablemente el interés de ingresar a un negocio móvil en el cual tendrían un margen de maniobra muy acotado, casi reducido al de agentes comerciales.
Este escenario se da en momentos en que el contexto no es el más favorable, con internas políticas que están demorando las definiciones más allá de lo saludable.
Por lo pronto, lo concreto es que Argentina está en el furgón de cola regional en cuanto a desarrollo de las telecomunicaciones móviles, tal como se observa en el siguiente cuadro:
En resumen, Argentina está ingresando en un peligroso terreno de atraso tecnológico, mientras que el mundo avanza a su propia velocidad. Así, y sin ninguna razón válida aparente, estamos dejando pasar el momento. No sea cosa que repliquemos la situación del sapo en el agua que se apresta a hervir…