Desde el lanzamiento del iPhone, en 2007, la industria de los terminales móviles evolucionó al punto de hacer converger los diseños de los equipos en un rectángulo (negro generalmente) que alberga una pantalla touch. Los tamaños de ésta varían, pero esencialmente el formato es similar. El parecido entre éstos se hizo más evidente con el dominio de Android, llevando las similitudes desde el hardware hacia el software. El resultado ha sido una escasa diferenciación de los equipos que hoy se distinguen más por la gama a la cual pertenecen (alta, media o baja) que por otra cosa. Es cierto que se encuentran algunas excepciones, como el Blackberry con su nuevo sistema operativo BB10 o Nokia y otros, con Windows Phone. No obstante, la tendencia fue tan fuerte que hasta el mismísimo Blackberry, caracterizado por el uso de teclados físicos completos, optó por el formato de espejo negro en su primer modelo con el nuevo OS (el modelo Z10) como una forma de demostrar de que también podía jugar el juego de las similitudes.
Esta uniformización de los smartphones desató una “carrera armamentista” que se vio reflejada en el aumento de las especificaciones técnicas. Pantallas de una creciente resolución que ya superan lo que el ojo humano puede percibir en los tamaños de un equipo de mano. Cámaras con resoluciones que sólo se justifican si se van a imprimir gigantografías pero que en la mayoría de los casos terminarán siendo fotos subidas a Facebook, Instagram (con efectos retro) y otros servicios en la web donde tamaña resolución pasará desapercibida. Obviamente que tampoco los procesadores escapan a esta carrera. Procesadores de doble y cuádruple núcleo, habiéndose anunciado este año modelos de 8 núcleos. Esta carrera resulta en equipos sedientos de batería y memoria, más caros, pero no necesariamente acordes con lo que la mayoría demanda.
Pero lo que la gran mayoría de los usuarios necesita no es tener la potencia de un datacenter en su bolsillo, sino equipos con baterías de mayor duración, módems más eficientes en el manejo de las comunicaciones y, por supuesto, más baratos. De esta forma, la carrera armamentista se verá desplazada por la de la funcionalidad y usabilidad.
Así lo están entendiendo varios. Un caso es el de Google, con el lanzamiento de su primer Motorola diseñado bajo su visión, el Moto X. A pesar de que Google propone utilizar a Motorola como un fabricante de celulares que marque el norte en el desarrollo, el Moto X no cuenta con las especificaciones más altas de la industria. Por lo tanto, puso el foco en el software, de forma tal que permita funcionalidades que apunten a una mejor usabilidad. Tal el caso de su sistema de reconocimiento de voz que está siempre activo aunque responde únicamente a la voz de su dueño. O la activación de la cámara con una simple sacudida del equipo. Y para lograrlo no recurrió a un clásico cuádruple núcleo, sino que utiliza un doble núcleo más dos procesadores extra. Uno controla los sensores del teléfono y lo mantiene alerta cuando está en espera y otro dedicado al reconocimiento de voz. Para ello hizo modificaciones especiales a los procesadores estándares en lugar de recurrir a uno con más núcleos.
Empresas como Samsung o LG apuestan a la diversidad. Samsung es quizás quien tiene un portfolio más amplio de equipos, con variedad de formatos (los clásicos touch, equipos con QWERTY y recientemente también flip), pero tanto ésta como LG también extienden los límites de los touch hasta la categoría de phablets (smartphones cuyo tamaño se acerca al de las tablets) al tiempo que ambos preparan el anuncio de equipos wearable, que en realidad son por el momento más un periférico de smartphones que una variante de éstos.
El caso de los phablets es todavía una incógnita. Por su tamaño (hoy llegan a las 6”), se trata más de una tablet con capacidad de hacer llamadas telefónicas que de un celular. Así, quien compre una lo hará buscando unificar ambos formatos. Pero tampoco habría que descartar que éstas, en su superposición con las tablets, den lugar a smartphones más pequeños, que quepan cómodamente en un bolsillo al tiempo que puedan funcionar como corazón de una legión de wearable computers que actuarán como sus periféricos.
Así, tanto para mantener el crecimiento como para dar respuestas a diferentes necesidades y gustos de usuarios, todo parece indicar que la era del “me too” generada por el iPhone está terminando para dar lugar a una nueva oleada de innovación. Un momento que generará oportunidades para el surgimiento de nuevos actores dominantes en una industria que ha dado muestras de un dinamismo inusitado.