Para abajo

Desde el lanzamiento del servicio, a fines de los 80, la cantidad de líneas celulares en el país creció año a año. Sólo hubo dos excepciones. La primera fue en medio de la profunda crisis del 2002, cuando la cantidad de líneas cayó un 1,5%. La otra se dio el año pasado, en 2014, donde se registró un retroceso del 0,9%. No tanto como en aquél entonces, pero marca un cambio de tendencia no obstante. Estos datos surgen de los balances de las empresas.
La caída en el 2002 fue más notoria porque, con menos de 7 millones de líneas en servicio en aquél entonces, se trataba de un mercado con un enorme potencial de crecimiento. Con las casi 62 millones de líneas en servicio actualmente, la situación es distinta. Se trata de un mercado maduro, que no puede esperar un crecimiento sostenido de la mano de los teléfonos. Ya hay un grado de penetración tal del servicio que sólo puede crecer vegetativamente, básicamente vía los niños/adolescentes que acceden a su primera línea. Así, el crecimiento fuerte a futuro sólo puede venir de otros dispositivos que no son teléfonos: tablets con conectividad celular, módems de banda ancha móvil y, sobre todo, objetos que se conectan sin intervención humana. Lo que originalmente fue sólo M2M (Machine to Machine) y que hoy se extiende a IoT (Internet of Things).
La pregunta que inevitablemente surge es ¿dónde se perdieron esas líneas? Se podrá especular con que se trata de un sinceramiento de los operadores al contabilizar las líneas activas. Podría ser parte de la explicación, aunque no toda, ya que para algunos operadores el retroceso en líneas fue de más del 2%, llegando casi a 4%. Evidentemente hay más que un tema de criterio de contabilización. En consecuencia, las causas hay que buscarlas en el entorno macroeconómico así como en aspectos vinculados a la calidad del servicio.
En una economía que no crece o decrece (según la fuente), recortar el gasto en el servicio celular es una medida posible. No tanto en el caso de los consumidores individuales. Éstos siempre tienen la posibilidad de gastar menos en el servicio, sin necesariamente tener que darlo de baja. Se puede pasar de un abono a un prepago y/o usar menos el servicio para reducir el gasto. No hace falta dar de baja la línea. De hecho, la facturación total de la industria creció, en pesos, sólo un 17%, bastante por debajo de los cálculos de inflación tanto oficial como privada. Ergo, se facturó menos. Donde sí se registraron bajas de líneas es en el sector de las empresas y organizaciones. En una economía en retracción surgen los recortes de gastos, que no sólo se limitan a quitar la línea a un empleado sino que llegan más allá, con reducciones de personal. Así, habrá menos empleados que necesitan una línea.
Por otra parte, los problemas de calidad de servicio como consecuencia de redes desbordadas también pasaron factura. Esto se dio particularmente en el caso de los módems de banda ancha móvil, que en muchos casos se volvieron inútiles ante los problemas para conectarse u obtener un ancho de banda razonable para una computadora personal. Lo mismo con las pocas tablets con capacidad de conexión celular.
En definitiva, seguramente no hay una causa única para esta caída. Probablemente se trate de un bache. Con el comienzo del despliegue de 4G (que podría darle sentido a módems de banda ancha y conectividad desde tablets) y un mayor impulso al M2M, la cantidad total de líneas debería retomar su sentido alcista. Si esto no ocurriera, sería un reflejo más de una economía en recesión.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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