Archivodiciembre 2015

Balance K

Más allá de cómo se resuelva la continuidad política en materia de telecomunicaciones, lo cierto es que esta es la última edición de Comentarios bajo la gestión kirchnerista. 12 años en los que las telecomunicaciones transformaron nuestra vida pero donde la política no transformó tanto a las telecomunicaciones como hubiese podido. Por eso, es oportuno realizar un balance de estos, no tanto sobre el accionar total del gobierno en materia de TIC, pero sí del accionar como regulador.
Todo arrancó en el 2003, con la designación de Guillermo Moreno como Secretario de Comunicaciones. Más allá de ser los años en los que se comenzaron a hacer populares los particulares métodos de este funcionario, el error fue poner en ese puesto a un industrialista, más preocupado en que la parte hardware de las redes se fabricara en Argentina que en diseñar una política que incentivara la difusión y extensión de las redes con capacidad creciente. Para hacer más fácil esta idea, si Moreno hubiese sido un funcionario de fines del siglo XIX habría estado más preocupado en fabricar durmientes y rieles que en diseñar y tender vías férreas. Fueron años del intento de fabricación de un celular argentino (irónicamente llamado “El Argento”) como forma de “reactivar” a las telecomunicaciones… A pesar de esto, el mercado crecía en líneas, tanto de banda ancha fija como de celulares, que entraban en una fase de masificación. La banda ancha con velocidades de 256 o 512 Kbps y los celulares estandarizándose en GSM y con el atractivo del SMS que hacía el servicio accesible. Bajo su secretariado se comenzó a hablar de un 4° operador móvil, el cual estaría formado por asociaciones de cooperativas telefónicas, algunas existentes y reales, otras más parecidas a un sello de goma. A este operador se le entregaría el espectro en forma gratuita. La prudencia indicó que sería mejor no avanzar. Fue también durante su gestión que se avanzó en la creación de Arsat, cuyo objetivo original era explotar la posición orbital que correspondía a Argentina, aunque esta no dependía de la Secretaría. Arsat finalmente fue creada legalmente poco más de un mes después de su partida para asumir como Secretario de Comercio y pasar a ser conocido por el gran público por sus particulares métodos.
Al hiperactivo pero no siempre bien orientado Moreno le siguió el silencioso Lisandro Salas en 2006. Tenía la particularidad de no hablar ni comunicar nada, curioso en un Secretario de Comunicaciones. Su gestión fue olvidable, no por lo que hizo, sino por lo que no hizo, que fue mucho. Lo suyo se pareció más a un retiro cómodo que a una gestión al frente de una Secretaría estratégica para el desarrollo del país. Durante su gestión, lo más relevante fue el llamado a licitación por el remanente de espectro para 3G, el cual fue declarado desierto por motivos muy discutibles. Esto dio lugar a la creación de Libre.ar, el operador móvil del Estado. Algo que no llegó a materializarse en su momento. De hecho, nunca se le asignó formalmente el espectro necesario. Algunas otras cosas relevantes pasaron por fuera de su Secretaría, como el lanzamiento de Argentina Conectada. La gestión de Salas fue sin dudas un claro paréntesis en la política de telecomunicaciones. Olvidable.
Finalmente, a principios de 2013 llegó la última gestión de esta era, encabezada por Norberto Berner, que si bien desde el vamos se mostró activa en la materia, puede ser dividida claramente en dos etapas. La primera, de confrontación con las empresas del sector, aplicando multas, redactando reglamentos de calidad, pero sin crear condiciones para una fuerte inversión. La misma duró un año justo, momento a partir del cual, quizás convencidos por la experiencia, quizás por necesidades de caja o quizás por ambos motivos a la vez, se pasó a dar pasos concretos para incentivar la inversión y mejorar la calidad de los servicios. Esto arrancó con el llamado a licitación por espectro de 4G y el remanente de 3G y siguió con la promulgación de la ley Argentina Digital que, entre muchas otras cosas, habilitó a las empresas de telecomunicaciones a dar servicios de comunicación audiovisual y comenzó a sonar la palabra convergencia. Estas dos medidas fueron factores muy importantes en los niveles de inversión registrados durante este año [Más sobre este tema en “Ola inversora”]. Claro que no todo es color de rosa para la actual administración. Como el resto del gobierno, no pudo abstraerse de su enfrentamiento con el Grupo Clarín, lo cual le restó ecuanimidad como regulador. También registra en el Debe de su gestión el fracaso que significó la licitación de espectro para un 4° operador, estableciendo condiciones excesivas que dejaron fuera del negocio a interesados en participar y otorgándoselo a una empresa que claramente no era apta financieramente para encarar ese desafío. Finalmente, este espectro fue asignado a Arsat (ahora sí) que por el momento no hecho explícita su estrategia para participar en las telecomunicaciones móviles. Arsat comenzó a acumular múltiples responsabilidades (satélites, REFEFO, TDA, Data center, red móvil) a un ritmo quizás superior al que la empresa podía absorber por un tema de recursos, foco y hasta de su propia madurez como organización.
Más allá de cómo siga la cosa luego del cambio de gobierno, el balance de la regulación en telecomunicaciones de estos 12 años es deficitario. Apenas los 2 últimos años con actividad real (más allá de las críticas) son muy poco frente a 10 años donde la regulación estuvo estancada. Y la tecnología no. Por eso, necesitamos un upgrade regulatorio.

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