Buscando el número mágico

Esta semana, un artículo publicado por el diario La Nación bajo el título de “Convergencia tabú: ¿Cuántos operadores aseguran inversión y competencia?” disparó un debate sordo que se viene dando entre reguladores y actores del mercado de telecomunicaciones. ¿Existe número ideal en relación a cuántos grandes operadores debe tener un mercado determinado?
La teoría nos indica que en la medida en que más oferta hay en un mercado, más chances hay de que los precios sean bajos por efecto de la mayor competencia registrada. Pero en el caso de las telecomunicaciones, como sucede en general en los negocios de infraestructura, también se requieren inversiones constantes que deben ser financiadas a través del precio del servicio. Así, el número mágico es aquel que garantice inversión en infraestructura al tiempo que asegure un nivel de competencia que resulte en precios lo más accesibles posible.
En la mayoría de los países se observa una tendencia natural a la concentración, luego de años de políticas orientadas a la competencia que multiplicaron los operadores que innovaron en servicios y mantuvieron los precios a raya. Esto se dio en entornos de franco crecimiento en términos de clientes, lo que daba lugar a que todos pudieran crecer sobre mercados vírgenes. El problema es que, con el correr del tiempo y con la consecuente maduración en términos de penetración, a quienes no lograron una participación de mercado significativa se les hace cada más cuesta arriba competir. Así, se les dificulta amortizar tanta inversión con una base de clientes prácticamente estancada.
Para hablar del número ideal de operadores no hay que tener tanto en cuenta los servicios (telefonía, TV, banda ancha, móvil), sino las redes (fijas o móviles) ya que, gracias a la convergencia, la clave está en la infraestructura, que puede ser independiente de los servicios y contenidos que transporta. En Argentina hay tres grandes redes fijas: las de Cablevisión, Telecom y Telefónica; y tres grandes redes móviles: las de Claro, Personal (Telecom) y Movistar (Telefónica).
A priori, todo indicaría que es un mercado para tres operadores, contando cada uno con red fija y móvil. Esta idea se vería reforzada por la dificultad para el surgimiento de un 4° operador tanto en fija como móvil. En fija, podría lograrse una aproximación a un 4° operador no tanto por entrante que surja de la nada (con los bolsillos bien llenos y tiempo de sobra), sino porque se puede ir configurando un nuevo y gran actor a través de la fusión de operadores regionales y locales, que en Argentina vendrían a ser mayormente cableras. En materia móvil, el escenario es más complejo para un 4° operador. Más allá de que aquí debe haber una intervención directa del regulador asignando un recurso escaso como es el espectro, a la concentración del 98% de las líneas móviles en los tres grandes se suma una penetración del servicio por encima del 100% de la población. Con un mercado establecido como contexto, las probabilidades de un crecimiento importante para un 4° operador, son muy bajas.
El estatus actual del mercado de telecomunicaciones no es casual. La visión reguladora de los últimos 15 años, más orientada a los servicios que a las redes, tuvo como consecuencia que no se produjera una evolución natural hacia la convergencia. El impedimento de que empresas de telecomunicaciones ofrecieran servicios audiovisuales no sólo desincentivó el aumento de las capacidades de sus redes, sino que también impidió que hubiera adquisiciones de operaciones de cable o satélite por parte telcos. Impedimento que, vale recordarlo, fue reflotado por la actual gestión, en lo que fue quizás uno de sus mayores desaciertos hasta el momento. En la vereda de enfrente, el enfrentamiento del anterior gobierno y el Grupo Clarín (Cablevisión) se tradujo en las limitaciones a la expansión de las redes de cable en general, así como el establecimiento de obstáculos para que éste no se hiciera del espectro para el 4° operador, que finalmente fue asignado a Arlink (Supercanal), quien nunca estuvo en condiciones de pagarlo. El resultado: todavía ni siquiera hay espectro disponible para un 4° operador móvil, sino que está judicializado.
En este escenario, resultaría natural pensar que, por una cuestión de complementariedad, las cosas están dadas para que haya tres grandes operadores fijo-móviles con red propia: Telefónica, Telecom y la combinación de Claro (móvil) y Cablevisión (fijo). Pero la lógica técnica no es la lógica de los negocios y las corporaciones. Por un lado, la existencia de un socio en común entre Telecom y Cablevisión, más los orígenes de algunos de sus máximos ejecutivos, alimentan la hipótesis de una eventual fusión entre éstas dos. Esta operación (por ahora hipotética) tendría el efecto negativo de generar una gran concentración en clientes de redes fijas a lo que se sumaría que, por la superposición de las mismas, se reduciría en la práctica la competencia en las zonas donde esto ocurre. Será sin dudas una prueba de fuego para el regulador llegado el momento. Por otra parte, son recurrentes los rumores que indican que Claro está interesado en quedarse con las operaciones de Telecentro y también Supercanal para así tener una base de red fija ya operativa. Quizás lo único que falta es que se pongan de acuerdo en un precio. Un detalle no menor.
Mientras esto sucede, en los más altos niveles del gobierno nacional ya estaría tomada la decisión de avanzar hacia un mercado de tres grandes operadores. Este número es visto como el más indicado para asegurar lo que viene desvelando al gobierno desde su asunción: lograr un shock inversor. En telecomunicaciones esto se traduce en extender tanto las redes 4G como la fibra óptica. Pero la inversión no alcanzará todo su potencial hasta que se liberen las trabas a la misma, y esto tiene que ver con las trabas artificiales, establecidas a través de la regulación, que le quitan justificativo a inversiones en mayores capacidades de las redes.
La apuesta (por ahora tácita) a un mercado de tres grandes operadores no implica que no habrá lugar para otros. Para ello, ARSAT y los OMV son instrumentos para permitir competir en mejores condiciones a los operadores que por envergadura no puedan participar de la mesa de tres. Pero el regulador deberá reconsiderar lo más pronto posible los frenos que todavía subsisten para acelerar e incentivar la tan necesaria inversión.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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