Cuando estamos ya a meses de los primeros lanzamientos comerciales de redes 5G en distintos países y luego de los resultados de las primeras experiencias en el terreno, el panorama de lo que puede implicar esta tecnología (con el acompañamiento de la regulación) está cada vez más claro, lo que no necesariamente implique que sea simple.
Sin dudas, la tecnología 5G implica no ya únicamente una mejora cuantitativa en las redes (más capacidad, más dispositivos conectados simultáneamente) sino también un profundo cambio cualitativo, expandiendo notablemente el alcance de las tecnologías inalámbricas, con una flexibilidad que la hace apta para nuevos usos no soportados por las tecnologías vigentes.
La tecnología 5G se basa en 3 pilares que abren la puerta a estos nuevos usos. Uno es la capacidad de banda ancha, con promedios de 100 Mbps y picos por encima de los 10 Gpbs, soportando un tráfico diez mil veces mayor al actual. Otro pilar es su capacidad para ofrecer un IoT masivo, pudiendo atender entre 10 a 100 veces más dispositivos, de ultra bajo costo y duración de baterías de hasta 10 años. Finalmente, el tercer pilar es una latencia bajísima, por debajo del 1 ms, apta para aplicaciones de misión crítica de alta confiabilidad.
Cada uno de estos pilares, da lugar a nuevos usos. La capacidad de banda ancha permite no sólo aplicaciones de video móvil de altísima definición así como de realidad virtual y/o aumentada, sino también convertirse en una infraestructura para dar acceso de banda ancha fijo, aprovechando su capacidad, similar a la de la fibra óptica, especialmente para los últimos metros. Sus virtudes para el IoT masivo habilita nuevos usos para monitoreo, medición, seguimiento y administración a gran escala. Por último, su baja latencia es lo que da lugar a todo tipo de operación remota, coches conectados, salud, etc. que requieran de una respuesta más que inmediata.
Como se puede deducir, es muy amplia la gama de aplicaciones para esta nueva tecnología, lo que cual no significa que un operador que cuente con una red 5G pueda ofrecerlas todas. Para esto juega también el tipo de espectro disponible que será el que determine su uso.
Más allá de las innovaciones que hacen posible a 5G, hay un principio del cual no pueden escapar: cuanto más alta la frecuencia utilizada, mayor la capacidad y menor la cobertura. O visto al revés, cuando más baja la frecuencia, mayor cobertura pero menor capacidad. Es importante tener en cuenta esto ya que las bandas que se están asignado para 5G en todo el mundo pueden dividirse en tres categorías:
- Bajas: por debajo del GHz
- Medias: entre 1 y 6 GHz
- Altas: por encima de los 6 GHz pero en la práctica por encima de los 24 GHz. Conocida como onda milimétrica o millimeter wave
(Aclaración: los intervalos son para tener una idea. No hay un consenso de donde empieza una y termina otra)
De esta forma, un operador que cuente con espectro en bandas bajas podrá ofrecer buena cobertura, ideal para un IoT masivo, pero no podrá pensar seriamente en usar su red para dar acceso de banda ancha fija que compita con la fibra. Por su parte, quien cuente con espectro en bandas muy altas, puede pensar en propuestas tipo hotspot, con servicios de altísima capacidad y confiabilidad, pero acotados en su cobertura. Con frecuencias intermedias, se pueden alcanzar servicios móviles potenciados con velocidad y capacidad en forma consistente, quizás lo más parecido a las redes actuales dentro de las posibilidades de 5G, pero claramente mejorado.
La fuerte asociación de la frecuencia utilizada con los servicios que ésta posibilita hace que la atribución primero y la asignación después sean claves para determinar qué se puede hacer y quién lo hará. No hay en materia de 5G un talle único para el modelo a seguir. En el caso de los EE.UU. resulta interesante ver cómo cada uno de los (todavía) 4 grandes operadores va definiendo su estrategia para 5G en función del tipo de espectro con que cuenta. T-Mobile con frecuencias de 600 MHz en 33 Estados apunta a proveer una cobertura nacional, mientras que AT&T arrancará con hotspots 5G, que permitirán servicios de alta capacidad en áreas muy precisas. Verizon ya confirmó que arrancará con servicios inalámbricos fijos y Sprint se inclina por un servicio de banda ancha móvil potenciado. Todos prometen lanzar (distintos) servicios 5G de aquí a fin de año (salvo Sprint que lo hará en el 1º semestre de 2019).
El tema de las frecuencias define el juego no sólo en un mercado nacional específico, sino que también define en términos “geopolíticos”, en momentos en que los principales países se encuentran en la carrera por liderar en 5G. Durante el Foro de Analistas organizado por 5G Americas fue evidente la preocupación de la industria (operadores y proveedores) de los EE.UU. por lo que sienten es un retraso en esta carrera global. La preocupación se basa en que aquél país carece de espectro suficiente en las banda medias, fundamental para la banda ancha móvil. Cosa que sí hicieron sus principales competidores (China, Japón, Corea y Europa).
Un párrafo final para las frecuencias altas. Si bien son las que recibieron mucha atención en los últimos tiempos ser “las nuevas”, son también aquellas donde más dudas hay desde el punto de vista del negocio. Requieren de una altísima densidad de antenas para cubrir una superficie dada en comparación con el resto. Para este caso, quizás haya que pensar en asignaciones locales y no ya nacionales. Porque más allá de los aspectos técnicos, todo operador deber superar el “desafío de la accesibilidad”.