El año del perro

El 2018 no sólo será un año negro para la economía argentina. También, y quizás peor, para Huawei. Es que la empresa china, que quedó en medio del fuego cruzado por la puja política y económica entre China y los EE.UU., ha visto a lo largo de este año toda una serie de decisiones en su contra cuyas consecuencias todavía no se pueden vislumbrar con claridad, pero que seguramente serán relevantes.

Es fácil pensar que, por su abierto enfrentamiento con China desde que asumió la presidencia, las presiones contra Huawei nacen con la llegada al poder del presidente Trump. Sin embargo, fue durante el gobierno de Obama, en el 2012, que se encendió la luz de alarma. El comité de Seguridad Nacional del Congreso de los EE.UU. desaconsejó el uso de equipos de redes de origen chino. Dentro de un escenario geopolítico de un fuerte avance de China como superpotencia mundial, el temor de que una infraestructura tan básica pero estratégica como la de las comunicaciones (y que cada vez lo es más) pudiera ser manipulada por el enemigo en una hipótesis de conflicto cada vez más fuerte. Pero sí es cierto que durante este año las decisiones en contra de Huawei (y también de ZTE, aunque esta sea menos relevante en el negocio de la infraestructura) escalaron a punto tal de llevar a la empresa recurrentemente a los titulares de los medios de negocios y de tecnología.

A principios de año hubo una noticia que marcaba que el conflicto se extendía del terreno político al comercial. Fue cuando, a horas de que AT&T anunciara un acuerdo por el cual incluiría los celulares de Huawei a su oferta, tanto el anuncio como la operación fueran abortados. Y así, quedaba trunca una movida que le daría un fuerte impulso en un mercado gigantesco que le venía siendo esquivo. No obstante no participar del mercado estadounidense, Huawei siguió creciendo en el global, alcanzando el 2º puesto, arrebatado a Apple. Una pequeña venganza de Huawei pero que en este contexto es casi anecdótica.

Más tarde, el campo de batalla se trasladó fuera de las fronteras de los EE.UU. cuando el gobierno estadounidense comenzó a presionar a países aliados (se mencionó a aquellos que tienen bases militares estadounidenses) contra el uso de equipos de marcas chinas en sus redes de telecomunicaciones. A tal punto que hace algunas semanas noticias provenientes del Reino Unido y Alemania indicaban que en esos países estaba estudiando también la posibilidad de bloquear a los fabricantes chinos por razones de seguridad nacional. Inclusive el operador británico BT fue un paso más allá, ya que no sólo no comprará más equipamiento de Huawei sino que lo retiraría de su red core. Paralelamente, países como Australia, Nueva Zelanda, India y Japón comenzaron a restringir de una forma u otra la incorporación de equipamiento chino en sus redes.

La cosa escaló aún más cuando recientemente fuera detenida en Canadá, por pedido de las autoridades de EE.UU., la CFO de Huawei e hija de su fundador, acusada de liquidar transacciones vinculadas a Irán, violando las sanciones estadounidenses. La ejecutiva fue luego liberada bajo fianza, con una pulsera electrónica mientras espera que se decida si corresponde su extradición a los EE.UU.

Las últimas malas noticias para Huawei se dieron esta semana, cuando el HSBC y el Standard Chartered, decidieron no proveer a la empresa de ningún nuevo servicio bancario ni fondeo al evaluar que sería un riesgo muy alto habida cuenta de que es apuntada como un riesgo a la seguridad nacional por los EE.UU. y otros países. Una decisión que de multiplicarse reduciría el acceso al sistema financiero global, asestando un duro golpe para la empresa.

Bienvenidos a la Guerra fría del siglo XXI.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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