Esta semana hubo un tema claramente dominante que fue el resultado de las PASO, las internas que “son una gran encuesta” pero que evidenciaron tener un gran impacto político aunque no formal. Lo concreto es que, sin haber pasado por una elección general aún, está instalada la idea de un cambio de gobierno a partir de diciembre. Es por lo que, aun sin un gobierno electo y mucho menos un gabinete futuro, no se puede dejar de especular (en el sentido etimológico que refiere a mirar alrededor) sobre cuál podría ser el escenario de una futura política en materia de telecomunicaciones, bajo un gobierno de signo distinto al actual.
No sería lógico pensar en restaurar las medidas anteriores porque el escenario es ya otro. Los cambios introducidos en la política del sector sugieren que no sería lógico ni razonable dar por tierra con todo y volver cuatro años atrás. Así, pensar en una restauración de la ley de Comunicación Audiovisual (aka Ley de Medios) no parece un escenario probable. La convergencia, aunque incipiente aún, es un hecho, como lo es el caso de las telcos dando servicios de televisión. En este contexto, es difícil pensar en una reedición del enfrentamiento del gobierno con la rama audiovisual del Grupo Clarín, hoy materializada en Telecom. Y en esto juega no sólo la no animadversión hacia la empresa por parte del principal candidato a ser el próximo presidente. Así, pensar en una marcha atrás en la fusión de Cablevisión y Telecom parece un escenario de bajísima probabilidad, amén de abrir un conflicto innecesario para los difíciles tiempos que se avecinan. No obstante, no debería llamar la atención que surjan voces que exijan medidas de regulación asimétrica basándose no en una posición dominante per se sino en un abuso de ésta. Seguramente se dé un debate al interior de un eventual próximo gobierno.
Por otra parte, y abordando tangencialmente el tema de medios, el reciente resultado de las PASO parece indicar que, a pesar de lo que muchos creen, el peso de los grandes medios no es el de ataño. Así, insistir en el enfrentamiento con éstos (y su consecuente desgaste) no parece fundamentado.
Un gran interrogante se abre alrededor del rol de Arsat. Más allá de que seguramente se quiera seguir con sus objetivos iniciales, el contexto macroeconómico actual y futuro no permiten pensar en la disponibilidad de fondos como para financiar al “congelado” satélite Arsat 3. Teniendo en cuenta el desafío que implica conectar a toda Argentina [ver “Buscando el 100%”] habrá que poner en la balanza dos objetivos que no deberían ser excluyentes: priorizar el desarrollo tecnológico nacional o priorizar la conectividad de todo el territorio y población. Y para lograr este último objetivo, es necesario que aumente notablemente la oferta de conectividad satelital moderna, que puede ofrecer una muy superior capacidad a precios sensiblemente inferiores a los de la tecnología satelital dominante en la actualidad en Argentina. Esto sólo se podrá lograr en un plazo razonable manteniendo la política de cielos abiertos, que por los tiempos que demanda el despliegue satelital todavía no ha dado los resultados que podría. Pensar en volver a cerrar los cielos para favorecer el desarrollo del Arsat 3 implicaría postergar la cobertura total del territorio con tecnologías más eficientes por unos cuantos años más.
En materia de conectividad terrestre, Arsat logró significativos avances en el despliegue de su red de fibra óptica. Es de esperar que la misma se mantenga y potencie. Aunque habrá que dejar de lado la loca idea de competir con el sector privado, tal como se intentó en la fallida licitación del espectro de 450 MHz [ver “Pato criollo”].
Siempre en el tema espectro, habrá que ver si en el contexto político y económico vigente, el gobierno actual avanzará con la licitación de las bandas reservadas a Arsat y otras, prevista originalmente para fines de este mes. Pero de no llevarse a cabo en esta gestión, debería avanzarse en la próxima. No sólo por las motivaciones de caja, sino también porque habilita más capacidad a los jugadores actuales al tiempo que da lugar al surgimiento de operadores regionales. Seguir insistiendo con que ese espectro sea de uso prioritario de Arsat sólo tendría altas probabilidades de que el mismo permanezca en desuso y eso no sería bueno para el país. Siempre dentro de la misma temática, será necesario que se avance en el plan de espectro para que todos los involucrados (operadores y fabricantes de hardware) puedan planear sus inversiones a futuro.
En el caso de la TDA, la misma quedó en el peor de los mundos. Avanzó lo suficiente como para poder ser utilizada, pero no tanto como para apagar definitivamente a la TV analógica. Así, se están usando los dos espectros, cuando la liberación de uno de éstos podría ser de utilidad para otros servicios. Y vista la mayor eficiencia espectral así como la mejor calidad del servicio digital, no caben dudas de que hay que avanzar hacia el apagón analógico de una buena vez.
Todo esto será muy probablemente en un contexto de dólar alto (como medio para licuar gasto público, potenciar exportaciones y limitar importaciones), al menos en los primeros tiempos. Este será sin dudas un escollo para la industria, que tiene por delante muchas inversiones con un alto componente en divisas. La consecuencia será sin dudas una ralentización aún mayor de las inversiones previstas no mucho tiempo atrás. No es un escenario deseable, pero sí probable.
Gane quien ganare en las elecciones generales, nadie puede dudar de que se vienen meses muy duros por delante (como si hicieran falta…). Será el rol de las autoridades con responsabilidad en el sector sino minimizar por lo menos no empeorar un panorama de por sí complejo.