A pesar de la imagen que muchos tienen de las empresas de telefonía móvil en Argentina (Claro, Movistar y Personal), en su conjunto su facturación fue decreciendo regularmente en los últimos años, acumulando una caída del 42% entre 2013 y 2021. Esto surge del informe “Mercado celular argentino 2022”, elaborado por Carrier y Asociados.
Los datos de facturación del sector son publicados por el Enacom en su página “Datos abiertos”. Sin embargo, allí figuran a valor nominal, es decir en pesos, pero sin considerar el impacto de la inflación en el tiempo, que, como es bien sabido, ha sido consistentemente alta durante los últimos años. De este modo, los datos tal cual están publicados dan la sensación de una actividad pujante, cuya facturación no para de crecer año a año. Pero la imagen se revierte totalmente al actualizar los valores históricos por efecto inflacionario. En este caso, la caída que se observa es constante y significativa.
El período considerado arranca con la explosión de los smartphones y con ellos, el avance del consumo de datos a punto tal de ser hoy prácticamente la única variable entre los precios de los distintos planes (medidos en GB mensuales), mientras que mayormente tanto los minutos de voz como los SMS son prácticamente planos. Así y todo, ya no son servicios tan relevantes. Claramente, los SMS murieron a manos de Whatsapp. Con la voz pasa algo similar, aunque no tan marcado debido a que la voz por Whatsapp no tiene la misma confiabilidad que la voz tradicional. A pesar de esto, cada vez es más frecuente recibir y realizar llamadas por Whatsapp. Por otra parte, la ubicuidad del WiFi hizo del offloading una práctica habitual, particularmente dentro de los hogares y lugares de trabajo. Esto a su vez repercute en que se necesiten abonos con una cantidad de gigas sustancialmente menor a los que se trafican en un mes dado.
Esta caída en los ingresos fue compensada por disminuciones en los costos. La tecnología hoy es más eficiente y la convergencia en las redes permite amortizar costos en conjunto con otros servicios, como la banda ancha y la TV paga, que actualmente ofrecen los tres operadores. Un aspecto en el que los constantes despliegues de fibra óptica juegan un rol importante. También se lograron fuertes ahorros en la atención comercial y técnica (acelerada durante la pandemia) muy impactada por la digitalización. También hubo importantes bajas de gastos en marketing y publicidad, así como en subsidios a terminales, algo natural en un mercado que desde hace unos años sólo crece vegetativamente en términos de nuevos usuarios. Un escenario que impulsó también una mayor compartición de infraestructura para poder distribuir los costos entre más de un operador. Estas y otras reducciones hicieron que se pudiera mantener la rentabilidad, aunque no siempre en los niveles de antaño.
Sin embargo, este achicamiento del negocio móvil es un dato para tener en cuenta por el regulador, especialmente ante la perspectiva de la llegada de 5G. La disminución del volumen del negocio combinada con una macro que dificulta la planificación y el acceso a financiamiento son factores por considerar a la hora de imaginar cuál podría ser el valor del espectro. Es necesario tener en cuenta que además del espectro, la llegada de 5G exigirá una fuerte inversión en infraestructura, principalmente en el despliegue de fibra óptica para interconectar un parque de antenas que indefectiblemente deberá ser mayor. Habrá que moderar las expectativas si la referencia que se tome sea la licitación de 4G, que además se dio en momentos en que las redes 3G habían colapsado, ejerciendo una fuerte presión para descomprimir las redes. Estamos claramente ante un escenario que explica por qué los operadores en Argentina no se entusiasman mucho hablando de 5G. Al menos no por el momento.