Hace casi un mes, mientras se desarrollaba el encuentro LatSat en el CCK, un ejecutivo de una tradicional empresa de servicios satelitales regañaba: “Ellos no están aquí, pero todos hablamos de ellos”. Lo decía en referencia a las constantes menciones a Starlink, una constelación compuesta por miles de satélites situados a baja altura y cubriendo el planeta como una malla, que ha sido un cimbronazo para la industria satelital. Es que efectivamente, Starlink revolucionó la conectividad satelital, ofreciendo un mayor ancho de banda y menor latencia a un costo que, salvo en economías como la nuestra, no queda muy desfasado respecto de las alternativas terrestres (con las cuales no compite, sino que complementa). Claramente, estamos en presencia de una nueva era satelital que todavía tiene mucho por ofrecer.
Si bien desde su lanzamiento se supo que Starlink daría que hablar, quizás se graduó como una alternativa “adulta” luego de su participación en la guerra entre Ucrania y Rusia, donde la primera recibió antenas de Starlink para permitir que sus tropas estuvieran siempre conectadas. Porque más allá de sus características técnicas de cobertura, ancho de banda y latencia, una particularidad de las constelaciones es que, si bien se pueden destruir satélites en el espacio con un misil, es mucho más complejo lograrlo con los más de 3.000 satélites (cifra creciente) que opera Starlink.
El impacto de Starlink en la guerra fue tal que hoy ya son varios los países que están trabajando para desarrollar sus propias constelaciones de satélites LEO como una forma de asegurar la conectividad en su territorio y para sus tropas sin tener que temer por una desconexión terrestre. Un ejemplo claro es el de Taiwán, que quiere cubrirse ante un eventual corte de los 14 cables de fibra óptica que llegan a la isla. Para ello, planea comenzar los lanzamientos en el 2025. Lógicamente, otro país que tampoco puede permitirse quedarse fuera es China. La Unión Europea también está avanzando en la misma dirección. Para las potencias mundiales, Internet satelital se ha convertido en una capacidad estratégica.
Por supuesto, Starlink no es hoy la única constelación de estas características operando en el espacio. Y cada vez habrá más alternativas. Ya funciona OneWeb (cuyos principales accionistas son el gobierno británico y la india Bharti Global) que, con una constelación menos numerosa (de unos 600 satélites) apunta exclusivamente al mercado de empresas y gobiernos y que se espera comience a dar servicio en el hemisferio sur (incluida Argentina) antes de que termine el presente año. En breve se comenzará también a desplegar la constelación de satélites de Amazon, Kuiper, que podría entrar en operaciones comercialmente en el 2024.
Más allá de la tecnología de conectividad y del hecho de operar en órbita baja, las constelaciones satelitales no serían económicamente viables de no ser por un avance que también pertenece a SpaceX (la empresa detrás de Starlink). Se trata de las significativas mejoras en el lanzamiento al espacio de los satélites resultantes del uso de cohetes parcialmente reutilizables, las que redujeron significativamente los costos de puesta en órbita. Esto fue clave para impulsar una mayor oferta, con satélites de distintas características que habilitan los servicios más variados en áreas hasta ahora desconectadas o precariamente conectadas.
El desarrollo de los cohetes reutilizables es fundamental, no sólo para el despliegue de constelaciones y lanzamientos de satélites en general, sino también porque los satélites que conforman las constelaciones tienen una vida útil que es de entre la mitad y un tercio de la de un satélite geoestacionario convencional. Por lo tanto, serán necesarios múltiples lanzamientos no sólo para los nuevos despliegues sino también para la reposición de los existentes.
Lamentablemente, por el momento Argentina está fuera de estos avances. Si bien los satélites de Starlink ya pasan sobre el territorio nacional (y a veces pueden ser divisados a simple vista), no están dando servicio en el país, como sí lo hace en Chile, por ejemplo. Su disponibilidad comercial estaba prevista para el cuarto trimestre del 2022 hasta que a último momento esta fecha cambió por “comenzando en 2024”. No hubo comunicación oficial por parte de la empresa en relación a los motivos de esta demora. En principio, estaría faltando la coordinación técnica entre Starlink y Arsat. Algunos creen ver detrás de esta demora una barrera pararregulatoria, destacando que la nueva fecha de operaciones comerciales está prevista para cuando haya tenido lugar un cambio de gobierno. De este modo, OneWeb podría estar comercialmente operativa en Argentina antes que Starlink.
En términos de precios, Argentina podría verse favorecida por un hecho geográfico. Con sólo observar un planisferio, resulta evidente que el hemisferio sur tiene muchísima menos extensión terrestre que el norte. Por lo tanto, la demanda de conectividad es significativamente menor. No obstante, al tratarse de mallas de satélites que cubren el globo, la capacidad instalada está disponible, se use o no. Algo que la industria satelital ya tiene en claro dado que muchas veces los operadores se financian y ganan dinero en el norte y subsidian a costo marginal en el sur.
Más allá de esto, el despliegue de constelaciones satelitales es una bendición para Argentina. Por un lado, porque por su enorme extensión territorial (la 8ª geografía del mundo) y baja población, llevar conectividad a todos los rincones del país con redes terrestres es inviable económicamente. Y con la conectividad satelital la disponibilidad es inmediata (no hay que esperar los tiempos de los tendidos de cable o instalación de antenas de radio). Por el otro, porque el grueso de las exportaciones del país proviene de zonas alejadas, correspondientes al sector agropecuario, minero y energético.
En definitiva, son tiempos en los que la demanda sostenida por conectividad ubicua y de gran capacidad encuentra respuesta en la evolución reciente de la tecnología satelital. En breve, prácticamente no habrá lugar en la superficie terrestre que no cuente con acceso satelital a Internet de banda ancha. El mundo entero estará conectado. Esperemos que Argentina también.