Mientras el llamado a licitación por el espectro para 5G sigue postergándose sin aviso desde la fecha originalmente prevista (febrero del 2023), en el gobierno algunos especulan con asignar a Arsat una parte de éste. La información fue revelada por el medio Convergencia a través de una serie de tuits. Se trata de un proyecto que el Enacom no hizo público aún, pero que fue confirmado por fuentes involucradas.
El proyecto plantea atribuir la banda de 3.600-3.700 MHz para Servicios de Telecomunicaciones Fiables Inteligentes (SteFI), o sea 5G. La idea es asignar esos 100 MHz a Arsat a nivel nacional por un período de 20 años. La intención sería que el operador estatal utilice tecnología 5G para el sector público nacional, provincial y municipal, además de la posibilidad de firmar convenios con cooperativas y Pymes, donde Arsat tendría un rol de mayorista. Esta porción de espectro es adicional a los 3 bloques de 100 MHz en la banda de 3.300-3.600 MHz que se licitarán para que los operadores privados desplieguen 5G. Adicionalmente, se estaría evaluando que, en caso de quedar vacante algún lote de los destinados al sector privado, éste se adjudique también a Arsat.
No sería la primera vez que desde el Estado se coquetea con la idea de que Arsat se convierta en un operador móvil. Ya en el 2012, durante la presidencia de Cristina Kirchner, hubo un intento similar que se oficializó, cuando se planteó la creación de Libre.ar. Esto implicaba asignarle a Arsat el espectro devuelto por Telefónica como consecuencia de su fusión con Movicom y que la llevó a exceder el límite entonces vigente. De más está decir que ese proyecto nunca se concretó.
El espectro es apenas una condición necesaria pero no suficiente para ofrecer servicios. Además de éste, hace falta una costosa infraestructura para operarlo, compuesta no sólo por las antenas y radiobases sino también por el backhaul (o red que interconecta las radiobases) y el core o red núcleo que incluye los equipos que realizan las funciones de enrutamiento, conmutación y gestión de la red. En definitiva, hace falta contar con una red cuyo costo en términos de CAPEX es del orden de los miles de millones de dólares si la intención es tener una operación a nivel nacional. Hay que tener presente también que una red 5G en bandas medias exige una densidad de antenas superior a la de 4G, con lo que el esfuerzo inversor es mayor. Esto incluye no sólo más radiobases y antenas, sino contar con más sitios físicos que a su vez deben estar conectados (o sea, más fibra). En definitiva, se trataría de una inversión importantísima y de escasa probabilidad de concreción habida cuenta del déficit crónico del Estado argentino. Adicionalmente, sería difícil de justificar un nuevo operador de red en un mercado con tan alta penetración del servicio.
Por otra parte, la idea de adjudicar también a Arsat un eventual lote vacante de espectro por falta de interés de alguno de los operadores privados (lo que dependerá de las condiciones por las cuales se lo asigne), suena más bien a un elemento de presión. Algo así como “participá y ofertá o quedás afuera de las bandas medias para 5G”, que es lo mismo que quedar fuera de 5G.
Siendo que esto todavía está en estado de “proyecto”, la pregunta que surge es: ¿están todos de acuerdo dentro del gobierno? Probablemente, no. No hay que olvidar que, durante toda la actual gestión presidencial, el Enacom estuvo bajo el ala del actual candidato a presidente por el oficialismo, Sergio Massa. A él no le conviene, en plena campaña electoral, aparecer impulsando un proyecto que implica un importante gasto para un Estado que no encuentra la forma de reducir su déficit de forma significativa y, como agravante, sin un justificativo evidente. Adicionalmente, que se apruebe algo así se convertiría en un antecedente preocupante de lo que sería su eventual gobierno.
Por todo esto, parece más producto de una interna. Alguien dentro del gobierno filtró el proyecto a los medios antes de que hubiera una decisión definitiva. Para meter ruido. O para frenarlo. Pero más allá de la filtración, es evidente que la mera existencia del proyecto implica que algunos pierden los pelos, pero no las mañas. Aunque, como en el cine, las segundas partes nunca son mejores.