Entre las cosas que se le critican al reciente llamado para la subasta de espectro para 5G está el inexplicable apuro para cerrar este asunto (asignación incluida) antes del cambio de autoridades en el gobierno nacional, a sólo 3 meses. A fin de cuentas, esto no es sino el punto de partida en el despliegue de una nueva red que demandará fuertes inversiones en un escenario donde la única certeza es que se vienen varios trimestres de una economía complicada, independientemente de quien la maneje. En este contexto es posible preguntarse si es en 5G que habría que poner el foco en lo inmediato en términos de desarrollo de infraestructura de conectividad.
En el apuro por resolver el tema, hay que considerar que el regulador ni siquiera hizo circular borradores previos (como está haciendo Colombia en estos días) para poder recoger observaciones y comentarios, tanto de operadores como del resto de los interesados en el sector. Esto hubiera permitido lanzar un llamado a la subasta menos conflictivo y transitar un proceso más fluido. También tener presente que contar con 5G es importante, pero no urgente. Por un lado, porque la situación de las redes móviles de hoy es muy distinta a la del momento en que se subastó espectro para 4G. Por el otro, porque todavía 5G no cumple con muchas de sus promesas. Que probablemente se cumplan, pero no en lo inmediato. Por lo tanto, no hace falta avanzar a las corridas (y mal). Todo lo contrario.
Cuando se mira el contexto en el que llegó 4G a Argentina y el actual para 5G es evidente que se trata de situaciones muy distintas. En aquél entonces (2014), las redes móviles estaban colapsadas. Habían pasado 15 años desde la anterior subasta de espectro y el consumo había crecido muchísimo de la mano de la popularización de los smartphones. A la voz se le agregaba un fuerte crecimiento en el consumo de datos por nuevos usos como navegar, usar distintas apps o ver videos. La necesidad de más capacidad era imperiosa. Esta situación no se da hoy, con redes sin problemas mayores de capacidad. Si bien pasaron 9 años desde la última gran asignación de espectro, en el ínterin hubo asignaciones menores realizadas. El consumo de datos, ya más maduro, crece en forma natural, no explosivamente como entonces. Y, también hay que decirlo, la de 4G es una tecnología más eficiente en el manejo de recursos que las precedentes.
Es cada vez más frecuente leer o escuchar cuestionamientos a las, por ahora, promesas incumplidas por 5G. De la experiencia internacional allí donde ya está disponible comercialmente surge que no aporta por el momento cambios significativos en el uso de los smartphones. Hay, sí, un crecimiento en el consumo de datos, pero a través de las aplicaciones conocidas: redes sociales, mensajería, video y juegos. Pero todavía no hay aplicaciones de uso masivo que habiliten nuevos usos atractivos. Así, el crecimiento global de 5G se da en base al mismo uso que 4G. La ventaja más palpable que hoy puede aportar contar con 5G en los smartphones es en los puntos de gran concentración de personas (ej. un estadio), donde su capacidad para múltiples conexiones simultáneas permite mantener el servicio cuando tienen lugar los eventos. Pero es un beneficio puntual.
Hay muchas esperanzas depositadas en lo que 5G pueda aportar para usos industriales, ciudades inteligentes y otros más futuristas, como los vehículos de conducción autónoma. Sin embargo, están todavía en una etapa inicial, en el necesario e inevitable proceso de maduración del ecosistema de dispositivos, infraestructuras y servicios que aún no existe o que no está maduro para una adopción a escala. Esto sin contar con la reingeniería de los procesos que implica para quienes adopten la tecnología.
En la actualidad, el servicio que sí presenta una novedad es el de acceso fijo inalámbrico o FWA. Aquí, la capacidad de 5G hace al FWA comparable en prestaciones a la fibra o al HFC. Sin embargo, es una tecnología más indicada para áreas suburbanas o rurales. Por lo que tampoco se ofrecerá mientras se lleven adelante los despliegues iniciales. Además, en Argentina esto quizás sea menos relevante ya que los tres operadores móviles son los principales proveedores de acceso fijo y, principalmente Telefónica y Claro, están embarcados en un rápido despliegue de redes de fibra óptica. Telefónica, por tener que reemplazar por completo su red de cobre. Claro, por no contar con ninguna red fija preexistente. Telecom tiene más margen con su red HFC, pero también está reemplazando su red de cobre. FWA será entonces una alternativa cuando la capilaridad de la red 5G lleve este servicio a zonas menos densamente pobladas.
En este contexto, las prioridades en términos de infraestructura no deberían estar en “sacar” 5G a como dé lugar sino en potenciar la existente. Esto implica seguir expandiendo la red de 4G hacia todo lugar donde haya al menos 2G. También facilitar el desarrollo de las redes de alta capacidad, especialmente la fibra óptica. Algo que ya están llevando adelante prácticamente todos los ISP, a pesar de las fuertes restricciones del entorno. Y hay un punto del que no se habla mucho, pero que es clave en Argentina, que es una mayor apertura efectiva de los cielos para aprovechar la gran capacidad satelital instalada y por instalarse en lo inmediato.
Desde hace al menos 2 años (fecha en que se lanzó el servicio en Chile), hay un satélite de Starlink en condiciones técnicas de dar servicio de acceso a Internet en cualquier lugar del país. Sin embargo, todavía no está habilitado para operar en Argentina. Algo que podría repetirse antes de que termine el año, cuando se sumen otras ofertas de conectividad satelital de banda ancha. La satelital es una tecnología clave para un país cuyas exportaciones provienen en un 75% de áreas alejadas, con baja o nula conectividad terrestre, como son las de los sectores agropecuario, energético y minero. Donde, además, vive un 7,5% de la población. Para esto tiene un mucho mayor (e inmediato) impacto el acceso satelital de banda ancha que la promesa de 5G en un horizonte de tiempo indefinido. En materia satelital, en lugar de hacer uso de la infraestructura disponible, se prioriza tener el control sobre ésta. Pero, paradoja, tener el control no nos permite usarla.
En definitiva, el gobierno aborda con urgencia (y mal) el tema 5G, a pesar de que su impacto está todavía varios años por delante. Mientras tanto, no le presta la debida relevancia a lo importante y de impacto más inmediato, que es la potenciación y el aprovechamiento de la infraestructura existente. Un problema de asignación de prioridades.