El lanzamiento del iPhone 15 esta semana tuvo como impacto destacado no incluir novedades relevantes. Sí las esperables mejoras (procesador, cámara, etc.), aunque dejando esa sensación que se viene repitiendo con los anuncios de cada nuevo smartphone: básicamente, más de lo mismo. Pero no se trata de una particularidad de Apple, sino que sucede con los smartphones en general y que viene a repetir el proceso que comenzó a atravesar el mercado de las PC unos 12 años atrás.
Según datos publicados por Counterpoint Research, para este año se proyectan los niveles de despachos más bajos de los últimos 10 años (los datos, sin la proyección 2023, están más detallados por Statista). Desde el 2017, año en que alcanzó su punto más alto con 1.566 M de unidades, el mercado ha disminuido constantemente. La única excepción fue el 2021, impactado por la recuperación post pandemia, volviendo después a los niveles de crecimiento negativos.
Estos 6 años de retracción del mercado indican que no se trata de un tema coyuntural sino estructural, donde juegan diversos factores. Por un lado, mercados maduros que por lo tanto no tienen crecimiento (salvo el vegetativo) sino que son de reposición. Por el otro, desde hace ya varios años que los smartphones no presentan innovaciones que inciten a renovar un equipo antes de que éste presente fallas o desgaste (como baterías que duran pocas horas o pantallas rajadas). De hecho, cada nueva generación de smartphones se destaca principalmente por mejoras en la calidad de las cámaras, pero no mucho más. Y lo más reciente en innovación en smartphones, las pantallas plegables, aporta un cambio de formato, pero no trae nuevas funcionalidades.
Anteriormente se fueron introduciendo características que aportaron valor, impulsando el crecimiento de las ventas. En tiempos de 2G, la capacidad de intercambiar SMS. Luego llegaron las pantallas en colores y las cámaras (que, aunque precarias) empezaron a registrar el entorno. Más tarde el celular se transformó en smartphone y llegaron la navegación en la web y las apps que ampliaron notablemente las funcionalidades del dispositivo. Después, la combinación de la capacidad de la red 4G para transmitir video y la existencia de smartphones que los generaban y reproducían con gran calidad fueron quizás el último gran salto en la funcionalidad. Así, los nuevos modelos que siguen lanzándose ofrecen mejoras incrementales, pero no cambios sustanciales que hagan que los usuarios se sientan obligados a actualizar.
Esta situación no da indicios de cambiar con la llegada de 5G que, aunque aporta mayor velocidad a la transferencia de datos y menor latencia, no habilita (al menos por el momento) nuevas funcionalidades para el usuario. Solamente la mayor densidad de dispositivos permitidos por antena ofrece una mejora, que es la capacidad de conectarse en ámbitos de muy alta densidad de usuarios, como puede ser el caso de un estadio. Es por esto por lo que ni siquiera la creciente popularidad de 5G en distintos mercados del mundo alcanza para revertir la tendencia a la baja que muestra el mercado en general.
De esta forma, los smartphones están atravesando una situación similar a la que vive el mercado de PC. Desde el 2011 éste muestra tasas de crecimiento anuales negativas, salvo por la recuperación postpandemia del 2021, pero que luego retomó la tendencia a la baja. Las PC hace ya muchos años que no ofrecen nuevas posibilidades para el usuario promedio, que desde que puede hacer todo desde un navegador (búsquedas, redes sociales, consumo de video y, más recientemente, aprovechar las ventajas de la inteligencia artificial) no encuentra motivaciones significativas para renovar su equipo. Así, las mejoras incrementales (que son constantes en la tecnología) resultan atractivas para segmentos de usuarios, como gamers, diseñadores, editores de video y otras actividades que se ven beneficiadas por los avances en la capacidad de los equipos.
En este escenario, no hay en el horizonte un nuevo dispositivo que permita prever los niveles de masividad que adquirieron la PC primero y el smartphone después. Quizás podría pensarse que el futuro pasa por lentes de realidad virtual y aumentada. Pero éstas les queda por recorrer un largo camino desde los actuales Quest de Meta o el próximo Vision Pro de Apple. Todavía son demasiado voluminosos y caros para ser de adopción masiva. Habrá que esperar hasta que al menos luzcan como un anteojo común. Fuera de esto, lo que se ve es una atomización de dispositivos conectables de usos menos generalistas, que van desde SmarTV, reproductores de medios vía streaming (caso Chromecast, Apple TV, etc.), smartwatches, así como dispositivos de IoT varios. Pero nada promete llegar a la masividad de una PC y mucho menos de un smartphone.
Las cifras indican que, así como sucedió en su momento para los fabricantes de PC, los mejores años de los fabricantes de smartphones han quedado atrás. La Belle Époque llegó a su fin.