La industria móvil cuenta con dos grandes actores: los operadores y los proveedores de tecnología (“vendors” en la jerga). Asociados profundamente, en los últimos tiempos sus caminos parecen divergir cada vez más. O quizás sólo sea que la suerte de uno tarda un tiempo en replicarse en la del otro. Diversas noticias de los últimos días dan indicios de que las visiones, y necesidades, tienden a bifurcarse.
Un dato que se publicó esta semana no pasó desapercibido. Dell’Oro Group, una empresa de información de mercado que sigue el negocio de la conectividad, mostró datos del mercado global de RAN (equipamiento de red móvil que gestiona la parte inalámbrica de la misma) que calificó como “un desastre”. Según su investigación preliminar, los ingresos cayeron entre un 15 y 30% interanual en el primer trimestre, lo que equivale al tercer trimestre consecutivo de contracciones de dos dígitos. La empresa, que monitorea el mercado de RAN desde el año 2000, indicó que la contracción experimentada en el primer trimestre marcó el descenso más pronunciado en toda su historia de cobertura de este mercado. Únicamente Oriente Medio y África muestran crecimiento. Latinoamérica se mantiene estable, mientras que Norteamérica, Europa y Asia-Pacífico, descendieron considerablemente en lo que va del 2024. En esto juega, sin dudas, que los mercados más ricos ya avanzaron en el despliegue de 5G y ahora han levantado el pie del acelerador.
Estos datos son también una indicador de lo que viene siendo una constante en la industria en los últimos tiempos: el despliegue de 5G no trajo, todavía, nuevos usos que justifiquen las inversiones que requiere, no sólo en RAN, sino también en lo que está detrás. En línea con los datos mencionados, también Dell’Oro Group registró una caída continuada en el mercado de redes centrales móviles 5G (core network), con ingresos que descendieron un 10% interanual en el primer trimestre. O sea, caídas en el centro y en la periferia de la red.
Si bien es cierto que en todos los mercados donde se desplegó 5G se registran consumos de datos algo superiores, también lo es que todavía no da lugar a nuevos usos lo suficientemente relevantes como para impulsar la amortización de la importante inversión necesaria. Con lo cual, por el momento sigue siendo mayormente más de lo mismo, pero no un salto en los usos, como sí lo fue la llegada de 4G. Por lo pronto, la principal “killer app” de las redes móviles gracias a 5G es el acceso fijo inalámbrico (FWA o Fixed Wireless Access), un servicio que si bien no es nuevo, recién con las capacidades de 5G está en condiciones de ofrecer una alternativa competitiva frente a las opciones cableadas, incluyendo a la fibra óptica. No obstante, por el consumo mucho mayor de datos que tiene una conexión fija versus una móvil (en una relación 10 a 1 o superior), su uso no es generalizado sino que se circunscribe a áreas con menor densidad de usuarios, donde hay más capacidad ociosa del espectro e infraestructura.
Por otra parte, el desarrollo de las redes móviles parece haber llegado a un punto donde ya no es tan relevante ofrecer mayores capacidades de transmisión. Para los usos típicos actuales y los previsibles en el corto y mediano plazo, capacidades de 100 Mbps o 1 Gbps no hacen una gran diferencia, salvo desde una perspectiva marketinera. Es, en definitiva, algo similar a lo que ocurre con las redes fijas, aunque en este último caso justificado en los usos concurrentes (por ejemplo, un hogar donde varios integrantes consumen cada uno un stream en 4K). Es por esto por lo que los adelantos en materia de redes móviles ya no vendrán tanto por la velocidad (o ancho de banda) sino por otras características como latencia, eficiencia espectral, etc.
Otro indicador de la divergencia de intereses entre vendors y operadores se vio esta semana en el 6G Global Summit. Cuando hoy se habla de 6G suena al caso de un comensal al que le sirven el próximo plato cuando apenas acaba de probar la entrada. En el evento, hubo quejas respecto de la carrera por lanzar 5G, con una transición entre las versiones NSA y SA que, afirmaron, retrasó 5 años la llegada de las verdaderas nuevas capacidades de esta generación. Se dejó traslucir que no hay mucho interés en asumir los costos del despliegue de una nueva infraestructura hasta tanto no esté claro el potencial de su adopción. Quizás todavía duelen las heridas que dejó la llegada de 3G, que dejó a varios operadores europeos muy endeudados durante años (se pagaron precios exorbitantes por el espectro) por una promesa que se cumplió recién con la llegada de 4G. Algo que puede deducirse de las declaraciones del regulador irlandés, quien acusó a los vendors de prometer demasiado en cada nueva tecnología. Es más, fue un paso más allá, describiendo lo que a su entender es la mecánica de los vendors. Primero inventan una tecnología. Luego piden a consultores económicos que digan cuánto valor tiene esa tecnología (por ejemplo, en términos de aporte al PBI), razón por la cual las naciones deben invertir en ella. Y finalmente, organismos, como la Comisión Europea, fijan en consecuencia objetivos de despliegue basados en estas expectativas. Una secuencia que suena familiar.
Siguiendo en esta línea de necesidades divergentes entre vendors y operadores, la GSMA (organización que agrupa principalmente a operadores móviles de todo el mundo) advirtió respecto de la reserva de espectro para su uso en redes privadas. Esto es en respuesta a la presión de vendors a que los reguladores reserven y asignen espectro para su uso por parte de privados (no operadores). Una política que los favorecería ya que implica que el usuario privado (una gran empresa) despliegue su propia infraestructura, que será adquirida a vendors que ven su negocio con operadores reducirse. En la vereda de enfrente, los operadores se oponen a esta reserva de espectro ya que sostienen que pueden crear redes privadas virtuales, montadas sobre su propia infraestructura, ayudando a la rentabilización de esta al tiempo que asegura una mayor disponibilidad de espectro para usos generales.
Es evidente que los vendors hicieron un gran trabajo en aumentar las capacidades de las redes en los últimos 20 años, donde se pasó de contar con redes para comunicaciones de voz a otras que permiten una amplia gama de servicios como datos de gran capacidad, video, realidad aumentada y realidad virtual, operaciones remotas, redes virtuales, etc. Pero también es cierto que el usuario final, tanto sean los individuos como las organizaciones, necesitan de más tiempo para asimilar las nuevas capacidades, mientras se van desarrollando nuevas aplicaciones (y en algunos casos nuevo hardware). O visto de otro modo, las velocidades de generación y de adopción se están haciendo más asimétricas. Y esta brecha no es un dato alentador para los vendors para el futuro próximo. Se vienen para ellos tiempos de turbulencias para los cuales deberán estar preparados.