Para quienes siguen el devenir de la industria satelital no quedan dudas de que la aparición y multiplicación de las constelaciones LEO está reconfigurando completamente al sector. Lo que en algún momento parecía simplemente una idea loca de Elon Musk terminó convirtiéndose en un punto de quiebre para la industria satelital.
Anunciada en 2015, el despliegue comercial de Starlink comenzó en mayo de 2019, con el lanzamiento de los primeros 60 satélites operativos. El servicio beta público de Starlink comenzó en octubre de 2020 en ciertas áreas de Estados Unidos y Canadá, y se ha ido expandiendo gradualmente a más regiones del mundo desde entonces a través del lanzamiento regular de satélites para ampliar la cobertura de la red.
No obstante, el quiebre en la percepción del potencial de las constelaciones LEO se produjo a partir de la utilización de Starlink en los inicios de la guerra entre Ucrania y Rusia, a principios del 2022, demostrando que sí funcionaba en distintos escenarios, con el plus de ser más difícil de sabotear. Desde entonces, los gobiernos de los principales países avanzan con proyectos propios de constelaciones satelitales LEO, consideradas como una pieza estratégica fundamental en sus sistemas de defensa.
Sobrevolando a una mucho menor altura que sus ancestros, los satélites GEO, los LEO tienen dos ventajas fundamentales: mayor velocidad (o ancho de banda) y menor tiempo de respuesta (o latencia). Se trata de características emergentes de las leyes de la física que los GEO no pueden empardar.
Esta situación ha puesto en jaque al negocio de transmisión de datos satelital para los operadores GEO, planteando un gran interrogante respecto del devenir de toda una industria que creció y se desarrolló alrededor de una tecnología satelital a la cual le llegó el relevo. Por lo pronto, todos los operadores de servicios satelitales están procurando ampliar su oferta con satélites LEO. La verdadera amenaza es para los operadores y propietarios de los satélites propiamente dichos, pero no para quienes comercializan servicios sobre éstos que están sumando la oferta LEO a sus carteras.
El avance de los LEO sobre el negocio de transmisión de datos se está dando a pasos acelerados. Por lo pronto, iniciando un proceso de migración hacia Starlink, a quien se le suma OneWeb (ya operativa aunque más limitada en capacidad) y, en principio el año próximo, Kuiper (de Amazon). Pero hay otras en el tablero. Lo concreto es que quienes están en el negocio estiman que en un plazo no mayor a 3 años, el grueso de la transmisión de datos satelital habrá migrado de GEO a LEO. Una velocidad arrolladora.
Otro servicio satelital impactado por los LEO es la conectividad móvil. Con los GEO se trata de conectar radiobases en lugares remotos. Pero con los LEO llegan los servicios D2D (Direct to Device) que utilizan los satélites como radiobases, asegurando por primera vez, una cobertura global en serio. También son la base para una conectividad IoT total.
Ante este escenario, la pregunta natural es: ¿qué será de la vida de los GEO? Así como en materia de transmisión de datos el timer ya está corriendo, algo más atrás viene el broadcasting y multicasting, tecnologías de difusión en un solo sentido, aptas para transmisiones de TV y de radio. No obstante, la duda está en qué pasará con la radiodifusión satelital ante el avance de los OTT que se verá favorecido por la banda ancha satelital LEO. Así las cosas, todo indica que los usos de los satélites GEO se circunscribirán a aplicaciones militares, de seguridad, recuperación de desastres, aunque esto será también transitorio. Quedan otros usos, como el de GPS o servicios meteorológicos. Lo concreto es que hoy no parece interesante construir un nuevo satélite GEO y considerando que tienen una vida útil limitada (de aproximadamente 15 años), quizás en un decenio los GEO sean el recuerdo de una primera generación satelital.
Esta revolución introducida por los satélites LEO necesariamente lleva a preguntarse cuál será el destino del Arsat SG-1 (aka Arsat 3), que aunque más moderno y capaz que los Arsat 1 y 2, nacerá viejo. En principio su desarrollo está avanzando (se estimaba su lanzamiento en el 2025) así también como la inversión necesaria, originalmente de US$ 250 millones (la mitad de los US$ 500 millones que invirtió el Estado británico para quedarse con el 45% de OneWeb).
El Arsat SG-1 estaba previsto originalmente para el 2019, aunque la política fue postergando los tiempos. Una decisión que, vista la evolución del sector, resultó ser peor que haberlo desactivado. El mismo estuvo incluido dentro del marco del Plan Satelital Geoestacionario Argentino 2015-2035 aprobado mediante la Ley 27.208. Pensar que seguiríamos hablando de satélites GEO en el 2035 demuestra que la planificación central de la tecnología es un acto más de voluntarismo político que de sensatez tecnológica y de negocio.