Cuando ingresa al 9º mes en el poder, el gobierno nacional sigue redefiniendo nombres y estructuras vinculadas a las telecomunicaciones. Aunque el rumbo hacia la desregulación parece claro en función de las declaraciones y las medidas tomadas hasta el momento, los cambios de interlocutores tienen a la industria un tanto desorientada.
El Enacom es donde parece residir actualmente el poder político en relación al sector. Con una intervención que arrancó hace 6 meses y que acaba de ser extendida por un año más, es el raviol más estable del organigrama de las telecomunicaciones del gobierno. Esto a pesar de la concentración de la intervención en Juan Martín Ozores, que seguirá sin el acompañamiento de interventores adjuntos, como lo fueron Patricia Roldán y Alejandro Pereyra en la etapa inicial. Según el decreto 675/2024 que extiende la intervención, la razón del paso del triunvirato a un único interventor se debe a que “el proceso necesario para instrumentar tales propuestas requiere de un tiempo y una centralización de las decisiones que amerita que la conducción del mentado organismo sea de carácter unipersonal, de forma tal de lograr una mayor eficiencia y eficacia en el cumplimiento de sus responsabilidades”.
Por el lado de la Secretaría o Subsecretaría (según el momento), hasta ahora no se llegó a asentar una estructura. Arrancó como Secretaría de Comunicación y Conectividad, bajo el Ministerio de Infraestructura. El despido del ministro, a principios de año, no sólo hizo caer los nombres de quienes ocupaban puestos políticos, sino que llevó la estructura a la Jefatura de Gabinete, donde descendió al rango de Subsecretaría, dependiente de la Secretaría de Innovación. Esta última cambió de responsable (de Cosentino a Genua) luego del despido del Jefe de Gabinete. Esto trajo también una reorganización, con la fusión de las Subsecretarias de TI y de Conectividad y Comunicaciones en una nueva Subsecretaría de TIC, cuyo titular aún no fue designado.
En cuanto a Arsat, se renovó recientemente todo su directorio, permaneciendo en su puesto únicamente su presidente. No se revelaron las razones del cambio.
Por lo pronto, quien lleva la voz cantante en materia de telecomunicaciones es el Enacom, cuyo titular adelantó que tendrá tres ejes centrales en su gestión. El primero es convertir al Enacom en un organismo técnico y dinámico. El segundo es diseñar una regulación a prueba de futuro. El tercero, rediseñar el modelo de los Fondos de Servicio Universal (FSU) y el Fondo de Fomento Concursable para Medios de Comunicación Audiovisual (Fomeca). En ambos casos, según la intervención, se detectaron irregularidades tanto en el diseño como en la ejecución.
En relación al FSU, se evalúa replantear el programa, pasando de uno orientado a distribuir el presupuesto hacia uno que a contribuya al cierre efectivo de la brecha digital. También se evalúa activar mecanismos de subsidio a la demanda. Esta última iniciativa, aunque atractiva, chocará con la realidad de que, en un país con un 50% de la población en la pobreza, los fondos recaudados probablemente no sean suficientes o que el subsidio sea acotado.
También desde el Enacom están evaluando poner a disposición de los operadores el espectro en manos de Arsat, aunque sin precisar si serán las actuales celcos o entrarán en el juego nuevos actores (no necesariamente de cobertura nacional).
Lo concreto por ahora en materia de medidas fue la apertura del mercado satelital (a pocos días de la asunción del gobierno), la derogación del DNU 690 (la medida más esperada aunque tardó un tiempo en materializarse) y la reducción del gasto del Enacom, lo que incluyó el cierre de las delegaciones en el interior del país. Es de esperar que con esta nueva reorganización, las medidas pendientes se empiecen a acelerar.