A pesar de sus constantes innovaciones, el de las telecomunicaciones es un mercado maduro, con bajas tasas de crecimiento de clientes y ARPU en retroceso. Esto es algo que la industria, los reguladores y el público en general deben tener en claro. Ser consciente de la situación es el punto de partida para lograr que una infraestructura, tan clave como la de las telecomunicaciones, sea sustentable económicamente en el largo plazo.
Todavía reina en el imaginario una foto del sector de las telecomunicaciones que tiene hoy un color sepia. Una imagen de hace unos 15 años, cuando era todo crecimiento e innovación, con el despegue de los celulares y la banda ancha al hogar, con la confluencia de múltiples actores, con telcos, cableras, ISP compitiendo por un mercado en franco crecimiento, hasta alcanzar una masificación inédita. Todavía los OTT no se habían metido de lleno a competir con sus servicios de telefonía, mensajería y video.
Es esta masificación lo que convierte al de las telecomunicaciones en un mercado maduro, de bajo crecimiento, de alta competencia e ingresos en retroceso. A modo de ejemplo, en Argentina el ARPU de una línea móvil en 2010 era de US$ 18 (ajustados por inflación en dólares) y en el 2023 fue de US$ 4. No obstante, deben afrontar constantes inversiones para modernizar y expandir su infraestructura. Así mientras el crecimiento del tráfico en la región entre 2011 y 2022 fue del orden del 35% anual, la caída de ingresos fue del 3%, también anual.
El panorama se ve más complicado ante el esfuerzo inversor necesario para el desarrollo de las tres infraestructuras clave para el futuro: la fibra óptica, 5G y los satélites LEO. La fibra, por capacidad y eficiencia operativa, destinada a reemplazar al cobre, lo que implica un recableado total. 5G como plataforma, no sólo móvil sino también fija, de alta capacidad y prestaciones. Los satélites LEO para tapar los baches de cobertura de las infraestructuras fijas y móviles así como allí donde sus prestaciones estén por debajo de la media. En Argentina, apenas un 35% de los accesos de banda ancha son por fibra óptica. Todavía queda mucha inversión por delante. Lo mismo sucede con 5G, cuyo despliegue es apenas incipiente. En cuanto a los satélites LEO, por ahora sólo está la presencia de Starlink, pero sin contar con cifras oficiales, sus ventas habrían sido importantes en los menos de 6 meses que lleva operando comercialmente en el país.
Este escenario de mercados maduros y competitivos frente a una importante inversión por delante está llevando a la reconfiguración de una industria en el que no hay lugar para todos en las condiciones actuales. Esto lleva a dos grandes tendencias. Por un lado, la consolidación vía fusiones y adquisiciones que permiten lograr eficiencias y economías de escala. A nivel global, sólo en los últimos 5 años se produjeron 514 fusiones o adquisiciones entre empresas de telecomunicaciones (392 en fija y 122 en móvil). Por el otro, la tendencia a la compartición, sea por acuerdos entre operadores como a través de proveedores de infraestructura (fibreras, torreras) que arriendan su capacidad, evitando la sobreconstrucción y asignando más eficientemente los (escasos) recursos para ampliar la cobertura. De una u otra manera, se trata de unir fuerzas y distribuir los costos.
Lógicamente, este escenario global se da también en Argentina, más allá de las particularidades propia de cada mercado. Por el momento, localmente la consolidación se está dando entre PyMEs, básicamente a través de adquisiciones. Aunque ciertamente hay más vendedores que compradores. En cuanto a la compartición, ya existe, pero aún tiene un largo camino por recorrer.
Si bien es la industria quien debe adaptarse al entorno para asegurar su sano desempeño, desde el Estado se puede ayudar a que las inversiones fluyan con naturalidad. Básicamente, apuntar a una actualización regulatoria adaptada a los tiempos actuales de mercados maduros y constante evolución tecnológica. Incluye la facilitación de despliegues (un tema complejo, muchas veces con incumbencia municipal). También ofrecer incentivos a la compartición (vía tratamiento impositivo, prioridad en el uso de recursos estatales, etc.) para evitar la sobreconstrucción y facilitar despliegues más homogéneos. Otro aspecto importante es el manejo del espectro, eliminando las trabas a su utilización. Es necesario, además, igualar las condiciones para dar determinados servicios sobre la red (video, telefonía, mensajería), con una regulación que sea agnóstica tecnológicamente. Y, por supuesto, hay que estar listos para abordar el tema del “fair share”. Una discusión que recién se está dando en el mundo y que, tarde o temprano, habrá que dar aquí.