Es indudable que la aparición de las constelaciones de satélites LEO (como Starlink, OneWeb y otras que están en camino) están alterando sustancialmente el panorama de la conectividad, particularmente en aquellas zonas carentes de alternativas de conectividad terrestre (fibra, cobre o inalámbricas) o donde éstas ofrecen prestaciones por debajo de las necesidades actuales. En Argentina este proceso es reciente, desencadenado por la apertura de los cielos, una de las primeras medidas del actual gobierno. Se trata de una situación que obliga a replantear estrategias de conectividad, incluyendo aquellas impulsadas desde el Estado.
Por lo pronto, más allá de llegar directamente al consumidor con su servicio, previa compra del kit (básicamente, antena y router) en minoristas como Frávega, Cetrogar o Mercado Libre, la llegada de Starlink es una oportunidad de negocios para VAR (revendedores de valor agregado) como es el caso de Telefónica, Telespazio o Sencinet. Estas empresas actúan como socios e integradores para Starlink, aprovechando su infraestructura y experiencia en telecomunicaciones para ofrecer soluciones adaptadas a las necesidades de diferentes sectores, como el agroindustrial, minero, energético y gubernamental. En el caso de OneWeb, la otra constelación de satélites LEO operando en Argentina, está enfocada únicamente al segmento empresas y gobierno y ya anunció un acuerdo de VAR con Orbith. Por otra parte, se espera para el 2025 la entrada en operaciones de Kuiper, la constelación de Amazon, que ya anunció un acuerdo con Vrio (DirecTV Latin America y Sky Brasil) para que esta última comercialice su Internet satelital en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Uruguay. Como puede apreciarse, se trata de un negocio que promete competencia, aunque Starlink está capitalizando su ventaja de ser first mover (más allá del impacto a nivel de reconocimiento por estar asociada a Elon Musk).
El año próximo se presenta como importante para el segmento de empresas y gobierno en Argentina por un dato que suele pasar desapercibido. Debido a las restricciones (de hecho y de derecho) a la oferta de servicios satelitales existentes hasta fines del 2023, muchas empresas y gobiernos no tenían previsto presupuesto para esta tecnología. La apertura de los cielos y la consecuente llegada de oferta permiten especular con que en el 2025 la adopción de la conectividad satelital crecerá rápidamente. Más aún teniendo en cuenta que entre sus clientes se encuentran los sectores más pujantes de la actualidad, como el agropecuario, el energético y el minero, que además tienen la característica de operar en áreas remotas, generalmente alejadas de la conectividad terrestre. Para todos estos, que actualmente operan con conectividad satelital GEO o inalámbrica, la existencia de una oferta que promete mayor capacidad, menor latencia y menores costos es algo muy atractivo.
En el caso de los Estados, en sus distintos niveles, ya puede palparse el impacto que tendrá la llegada de la conectividad vía constelaciones LEO. Un ejemplo es el anuncio del Gobierno de Río Negro, que busca cerrar la brecha geográfica conectando toda la provincia a través de Starlink. También está el caso de Nono, en la provincia de Córdoba, que se convirtió en el primer municipio de Argentina en brindar conectividad satelital de Starlink para acercar soluciones en áreas rurales del pueblo. Evidentemente, en ambos casos se consideró que este tipo de conectividad es más conveniente (por precio, prestaciones, sencillez de instalación y disponibilidad) que las alternativas satelitales tradicionales.
Todo esto lleva a pensar que la conectividad satelital vía constelaciones LEO debería tener un alto impacto en el diseño de la política del Servicio Universal (bajo revisión, según lo declarado por el interventor del Enacom), donde la alternativa satelital es hoy mucho más atractiva que la conectividad terrestre, que tiene costos de despliegue y tiempos de puesta en marcha muy superiores. Esto será así particularmente cuando haya que conectar pequeñas localidades alejadas.
Para cerrar, otro tema que deberá abordar el gobierno es el relativo al Arsat SG-1 (popularmente conocido como Arsat 3), un satélite GEO que fue concebido en el 2015, antes de que las constelaciones LEO revolucionaran la conectividad satelital y que hoy, a por lo menos un año de entrar en operaciones y luego de que vaivenes políticos retrasaran su puesta en marcha, luce obsoleto antes de ver la luz.