La semana que pasó puso en evidencia que, en tiempos donde distribuidores de programación (operadores de TV paga) y plataformas OTT propias compiten por los contenidos, y por ende por los consumidores, muchas veces son estos últimos quienes pagan las consecuencias. Ejemplos en EEUU y en Argentina marcan que la transición entre la era de la TV paga y las plataformas OTT es un camino bacheado.
En el caso de EEUU, los canales de Disney (ESPN, ABC y otros) se apagaron para el operador de TV satelital DirecTV, justo antes del comienzo del muy popular fútbol universitario transmitido por la cadena deportiva. Las dos empresas no pudieron llegar a un nuevo acuerdo de distribución, afectando a millones de clientes que pagan su abono confiados en los contenidos que recibirán. Si bien estos conflictos no son raros en la actividad, hoy se ven potenciados por el hecho de que quien detenta determinados derechos tiene también su propia plataforma para distribuirlos, lo que los hace menos dependientes de los operadores de TV paga que distribuyen su programación. Un negocio que está en un momento de quiebre y que evidencia que el modelo de TV paga no termina de jugar un rol como agregador en tiempos de multiplicación de plataformas.
En el caso de Argentina, las “particularidades” de los derechos de televisación se hicieron evidentes ante la expectativa despertada por el debut de Franco Colapinto en la F1. Normalmente, estas carreras pueden verse directamente desde la plataforma propia F1 TV, desde Disney+ (hasta hace muy poco, Star+) o a través de la TV Paga vía Fox Sports.
La escena comenzó a acalorarse cuando muchos se desayunaron con que Fox Sports cubre una buena parte de los Grandes Premios de la temporada 2024, pero no todos. Y, justamente, una de las carreras “fuera de derechos” fue el GP de Italia donde debutó el argentino. Ante la imposibilidad de verla por Fox, quienes lo tienen recurrieron a su abono en Disney+, recordando que incluía las transmisiones de F1 vía ESPN en su paquete básico. Pero se desayunaron con que recientemente Disney decidió quitar la F1 del básico para comercializarla como contenido premium, por fuera de los canales básicos de ESPN, aunque manteniendo el valor del abono básico. O sea, doble frustración: pagar por dos abonos para no disponer del contenido que habitualmente ofrecían.
Resulta por lo menos llamativo que la TV paga (en este caso, a través de Fox Sports) tenga acceso limitado a ciertos GP pero no a la temporada completa. También lo es desayunarse con que los contenidos que eran parte del básico pasen sin aviso a ser parte de un paquete premium (caso Disney+ con la F1) o, peor aún, que súbitamente se pierda el acceso a ciertos contenidos (caso DirecTV con las señales de Disney) a horas del inicio de la temporada. Están en todo su derecho de realizar los cambios que consideren apropiados, pero también el consumidor tiene derecho a conocer estos cambios con suficiente antelación para actuar en consecuencia, planificadamente y no a las corridas. El consumidor final merece un tratamiento más respetuoso y no el de simple rehén. Sin embargo, en su accionar temerario, a veces los tenedores de derechos le dan de comer a los fundamentalistas de la regulación.
Para agravar las cosas, en el caso argentino estos contratiempos hicieron que muchos buscaran sitios con transmisiones ilegales para acceder a esos contenidos que legalmente le son esquivos. Paradójicamente, le dieron un nuevo impulso a la piratería que tanto luchan por terminar. Pero que quede claro, la piratería no es siempre un tema de costos. También juega el factor conveniencia, como quedó demostrado en su momento por la aceptación de Netflix y otras plataformas frente a alternativas ilegales.
Esta situación evidencia un momento de quiebre para el negocio de la TV paga. Cada vez tiene menos armas para pelear contra el avance de las plataformas, aunque éstas, al menos en ciertos casos, opten más por la estrategia de la sumisión que de la seducción. Lo que no dejan, eso sí, es de tener la sartén por el mango.