En el marco de la reunión del G20 en Brasil, el presidente de aquel país, Lula da Silva, y el de China, Xi Jinping, firmaron una serie de acuerdos bilaterales. Dentro de éstos, la estatal brasilera Telebras firmó un acuerdo con SpaceSail (algo así como la Starlink china) para ofrecer Internet vía satélite donde no llegue la fibra a partir de 2026. Brasil, al igual que Argentina, es un mercado muy propicio para la conectividad satelital debido a su inmensa extensión, que lo ubica en el 5º lugar en el ranking mundial, con amplias zonas con bajísima densidad poblacional. Esto hace que las redes terrestres sean económicamente inviables en gran parte de su territorio.
No sorprende (tanto) que el gobierno brasilero esté dispuesto a esperar entre uno y dos años para llevar el acceso a áreas desconectadas, siendo que el principal operador satelital en ese país es Starlink, empresa de propiedad de Elon Musk, quien recientemente tuvo fuertes enfrentamientos con la justicia de aquel país. A lo que habría que sumarle que Musk se encuentra en las antípodas ideológicas del presidente Lula, siendo un estrecho aliado (y futuro funcionario) de Donald Trump.
Se trata en definitiva de una movida geopolítica que va más allá de la buena o mala relación del gobierno brasilero con Musk. En materia de conectividad vía constelaciones LEO, actualmente, además de Starlink, está en operaciones OneWeb (propiedad mayormente de la telco india Bharti Global y el gobierno del Reino Unido) y el año próximo está previsto que lo haga también Kuiper (de Amazon). Evidentemente, la elección del operador satelital chino no responde a la falta de alternativas. Toda una definición geopolítica de Brasil en el contexto de una menguante influencia estadounidense en Latinoamérica, antaño considerada el “patio trasero” de EEUU.