
Las recientes cifras trimestrales de las grandes empresas tecnológicas tuvieron algunos temas en común: el crecimiento continuo de la demanda de IA en la nube, los buenos resultados del negocio de datacenters y la aceleración de las inversiones en capital. El gasto de capital de Microsoft en el trimestre de septiembre se disparó hasta representar el 45 % de sus ingresos. Tanto Meta como Microsoft anticiparon que ese gasto crecerá aún más el próximo año. Meta, en particular, inquietó al mercado al anunciar que contraerá deuda para financiar su expansión. Lo concreto es que las cuatro grandes empresas que construyen infraestructura de IA (Google, Amazon, Meta y Microsoft) han aumentado sus previsiones de gastos de capital para datacenters para 2025 de unos US$ 300.000 M a principios de año a cerca de US$ 400.000 M en la actualidad. De igual forma, aumentaron sus previsiones para 2026.
Sin embargo, esta combinación de boom inversor con la alta valuación de las empresas vinculadas a la IA inquieta a varios. Es que el sector tecnológico ya explica el 36 % del S&P 500, una proporción incluso superior a la de la era puntocom —y ya sabemos cómo terminó aquello: tras el estallido de la burbuja tecnológica, el peso del sector se redujo drásticamente, representando sólo alrededor del 14 % del índice en 2003. Con un porcentaje tan significativo del S&P vinculado a un único sector y a un único tema, cualquier contratiempo en torno a la IA no sólo supone un riesgo para las empresas involucradas sino también para el mercado en general.
Este escenario divide las aguas en cuanto a si se está en presencia de una nueva burbuja. Mientras que las cifras indicarían que esto es probable, hay quienes lo ven de otra forma. Al ser una expansión que está autofinanciada por las enormes ganancias corporativas y los flujos de efectivo de gigantes como Amazon, Microsoft y Nvidia, en lugar de deuda del sistema bancario (es por esto que no cayó bien que Meta anunciara que saldría a buscar deuda), de darse una corrección del mercado esta afectaría principalmente a los accionistas. Así, afirman, sería menos propenso a convertirse en un evento sistémico que hunda la economía global. No obstante, no deja de ser relevante que las carteras de acciones representan aproximadamente el 35 % del patrimonio neto de los hogares estadounidenses. Por lo tanto, de darse una corrección brusca, aunque no desencadene una crisis bancaria, sí representaría un riesgo financiero directo y significativo para millones de personas, dentro y fuera de los EEUU. Y esto también tiene consecuencias para la economía en general.
Por lo pronto, si bien cada vez son más las voces que alertan contra una burbuja de IA, lo concreto es que, vistos los números, son muchos los inversores que todavía mantienen fondos en áreas relacionadas con la IA. Nadie quiere quedarse fuera (el famoso FOMO) y especulan (o fantasean) con que saldrán justo antes de que estalle. Mucha fe en el timing. Porque si algo nos enseñó la historia es que todos creen ser más rápidos que el resto… hasta que no lo son.
