
El sector de las telecomunicaciones en Argentina se encuentra frente a un doble desafío inversor. Por el lado de las redes fijas, con la migración del cobre a la fibra. Por el de las móviles, con la llegada, más tarde o más temprano, de 5G. Además, ambos están estrechamente vinculados, ya que una red móvil es en definitiva una red fija con terminación inalámbrica. Por lo tanto, un buen despliegue de 5G requiere de una buena disponibilidad de fibra. Así, el sector se encuentra frente al escenario donde debe llevar adelante nuevos despliegues en condiciones que distan de ser óptimas.
Nadie duda de que la fibra tiene un rol central en la infraestructura de telecomunicaciones moderna. Además de su casi infinita capacidad de transmisión, las redes de fibra requieren de menos mantenimiento y tienen más vida útil que las de cobre. Y la fibra es central no sólo para las conexiones fijas sino también para las inalámbricas (fijas o móviles). El cable que llega a las antenas debe tener la misma capacidad o más que el tramo inalámbrico, de lo contrario, las grandes velocidades de 5G o de WiFi 6E serán sólo teóricas.
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