Crisis, ¿qué crisis? I

En estas últimas semanas se hace casi imposible obviar el tema de la crisis financiera internacional y sus ramificaciones económicas locales. La gran duda es lo que pueda pasar no tanto de aquí a fin de año sino a partir del año próximo, cuando las esperadas consecuencias se sentirán más palpablemente y se podrá entonces determinar en qué medida impactan en Argentina. Obviamente, no se trata de pensar en problemas con las instituciones financieras locales, pero si los grandes países consumidores sienten la recesión dejarán de comprar tanto a nosotros como a nuestros principales clientes, lo que sumado a la baja del precio de varios de los commodities que exporta Argentina, se combinan de forma tal que pensar que saldremos indemnes es puramente un acto de fe. Esto sin dejar de considerar que algunos de los andamios sobre los que se basa la economía argentina emitían crujidos antes de que se desatara la gran crisis en los principales centros financieros mundiales.
Visto así, sería imprudente hablar de cifras (tanto absolutas como porcentajes), pero sí se puede al menos vislumbrar tendencias. Yendo específicamente a cómo impactará esto en el mercado tecnológico, existen distintas visiones, no sólo las optimistas y las pesimistas, sino también en función del producto de cada uno.
Una forma de predecir lo que puede suceder es basarse en nuestra última gran crisis, la del 2002, que permitió ver cuáles eran los productos más sensibles y cuáles no. Aquí, algunos creen que entonces el crecimiento de los accesos a Internet se mantendrá, tal cual lo hizo en aquél fatídico 2002. Pero ahora se produce una diferencia importante. En aquél entonces, los accesos de banda ancha acababan de ser lanzados, con lo que había un público con capacidad de gasto y ávido de consumirlos, que salió a contratarlos mientras muchos otros caían en la desesperación. Ahora, en cambio, la banda ancha tiene una penetración importante y su crecimiento se basa más en los segmentos medios y medio bajos, que son más vulnerables y sensibles en tiempos de crisis. Este puede ser el talón de Aquiles para los ISP. A su favor cuenta que cuando de recortar gastos se trata, el acceso a Internet es la última opción. No sólo porque su uso ya está muy arraigado en la cotidianeidad de cada uno, sino porque además permite sustituir gastos: se puede leer el diario, hablar por teléfono, escuchar música, ver películas y muchas otras cosas más, todo por el mismo precio (sin entrar en la consideración si algunas de estas actividades son legales o no). Por el lado de empresas y profesionales, sólo quienes quieran quedarse fuera de su negocio recortarían gastos en el acceso Internet. Así, éste parece estar bastante blindado frente a un bajón de la economía, sin importar el segmento de clientes de que se trate.
El caso de los celulares es distinto. En el 2002 todavía no había entrado en su fase de masificación total que se dio a partir del 2004. El servicio era más caro en términos relativos que en la actualidad, no habían SMS que permitían comunicarse a bajo costo y los equipos servían para poco y nada más allá de hablar. Así, en ese entonces fue la única vez que la cantidad total de líneas sufrió un descenso. Hoy la situación es diferente, con un mercado saturado que crece en usuarios casi vegetativamente. Ya no se trata de un teléfono, sino que es principalmente un equipo de mensajería con muchas otras capacidades, como escuchar música, sacar fotos y videos, con juegos, agendas, etc. Así, puede que haya una caída en el consumo del servicio, pero difícilmente se produzcan bajas como en el pasado. Por otra parte, será interesante observar el desarrollo que puedan tener los servicios de datos móviles, los cuales están mostrando un gran atractivo en el segmento de empresas y profesionales. Y vistos sus beneficios, no sería razonable que las crisis atente contra éstos. La clave estará más por el lado de la oferta, en función de lo que hagan para extender el desarrollo de redes 3G y en el peso de los subsidios a terminales tipo smartphone.
En cuanto a la telefonía, salvo una caída muy importante (cosa bastante improbable), si se produjera un retroceso no sería atribuible únicamente a una restricción en el gasto, ya que se trata de un negocio que en los últimos tiempos muestra un estado vegetativo pero amenazado por la sustitución que genera tanto el uso de celulares como de Internet. Así, lo más probable es que mantenga niveles similares a los de este año.
Finalmente, y pensando en servicios que apuntan únicamente al segmento de empresas, una situación de crisis podría ser propicia para fomentar la tendencia hacia la tercerización ya que esta ofrece varios beneficios. Desde el punto de vista económico, financiero y hasta fiscal, tienen la virtud de convertir inversiones en gastos. Así, una empresa que decide, por ejemplo, tercerizar la administración de ciertas aplicaciones o la seguridad de sus sistemas, no sólo se ahorra el desembolso inicial que significa comprar equipamiento e instalarlo, capacitar a su personal y todo otro tipo de erogación asociada, sino que pasan a ser parte de un gasto mensual y no una inversión amortizable en varios años. También accede a un know how específico más difícil de lograr in house y puede focalizarse más en el  núcleo de su negocio, algo clave en tiempos difíciles. Debería sin dudas ser un momento propicio para la tercerización de ciertas actividades, a no ser por algunas barreras culturales que aún persisten. Habrá que ver qué pesa más.
Por todo esto, en líneas generales se podría prever que los proveedores de servicios deberían atravesar las crisis con daños controlados. Quizás no indemnes, pero bastante enteros.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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