Blockburster

El martes pasado las acciones de Blockbuster fueron retiradas de cotización en los EE.UU. luego de que bajaran a US$ 0,22 ante fuertes rumores de que la compañía estaría preparando una convocatoria de acreedores.
La noticia en sí no llama la atención, ya que Blockbuster sufre los embates no sólo de la piratería sino también, y principalmente, de opciones legales como Netflix (que alquila DVD por correo y tiene un pujante negocio de streaming) así como de nuevas opciones de video por Internet como Hulu.
Quizás el error de Blockbuster fue no haber sabido determinar cuál es su negocio. Tanto en los EE.UU. como en Argentina, su enfoque parece estar en la distribución de bienes físicos y no de películas. Esto es así porque su respuesta ante la caída de su negocio tradicional fue la de diversificar su oferta de productos en los locales, convirtiéndolos en auténticos polirrubros.
El colmo de lo ridículo fue la instalación en algunos de sus locales en los EE.UU. de quioscos donde los usuarios podían descargar versiones digitales de sus películas. En una clara demostración de no entender el mundo en el que se desenvuelven, la pregunta que los observadores se hacían era: si ya tenían el material digitalizado, ¿para qué hacer que sus clientes se tengan que desplazar hasta sus tiendas para acceder al mismo en vez de hacerlo online?
Si entendieran que su negocio está en la distribución de películas, hubieran ingresado con más tiempo en el negocio online, sin la pesada carga que implica su extensa red de locales. Ahora, los nubarrones están cada vez más oscuros y hay chances de que se convierta en una marca del pasado, como Glostora. Una lección para todos aquellos que en lugar de prepararse para un futuro distinto, se aferran al pasado. Como si allí estuviera la solución a sus problemas.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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