Multa polémica

Esta semana se conoció la noticia de que la Comisión Europea (CE) finalmente se expidió en su investigación antimonopolio contra Intel, aplicándole una multa de € 1,06 mil millones (aproximadamente US$ 1,45 mil millones). Se trata de la mayor pena jamás impuesta por la CE y representa alrededor del 4% de los ingresos y el 27% de las ganancias de la empresa durante 2008. O sea, Intel tendrá una billetera abultada, pero sin dudas que semejante multa se siente. La pena se basó en el sistema de descuentos y rebajas utilizado por la empresa que alentaban a los fabricantes a elegir sus procesadores en lugar de los de su competidora AMD. La condena da lugar a diversos puntos que merecen ser analizados, principalmente como parte de un juego intelectual, ya que nada de lo que aquí se diga o haga incidirá a favor o en contra de la medida.
Una característica que dificulta la regulación antimonopólica en la industria tecnológica es que tiene la particularidad de tender hacia la concentración, particularmente por el famoso efecto de red. Esto pasó con empresas que ya pasaron por este tipo de escrutinios, como fue en su momento el caso de IBM (durante la era del mainframe) o más tarde Microsoft con su Windows (incluyendo a Explorer y el Media Player). Se podrá discutir entonces si es conveniente o no intervenir en un mercado donde la tendencia natural será a la concentración, pero en el caso en que se opte por hacerlo, las decisiones deben ser rápidas. Si no lo son, no importa que después se aplique un castigo ejemplar. Para entonces, la competencia habrá desaparecido o estará seriamente disminuida. En el caso de Intel, el proceso llevó 9 años. Demasiado si el comportamiento efectivamente, y tal como lo determinó la CE, fue monopólico.
El caso específico de Intel no es sencillo por dos razones. La primera es que los descuentos y rebajas son una práctica habitual en cualquier actividad comercial, y esto no impidió que distintos fabricantes de PC como HP o Dell ofrecieran equipos tanto con procesadores Intel como AMD. Y teniendo una oferta con ambos procesadores fueron alternativamente n° 1 del mercado de PC. Por supuesto, se puede argumentar que las condiciones que fijaba Intel para acceder a estos descuentos eran un abuso de posición dominante. Pero, y aquí viene la segunda razón, visto desde la perspectiva de la demanda, esto no impidió que los precios tendieran siempre a la baja ni que se hubiera afectado la innovación (como Centrino, Dual Core, Atom). Por lo tanto, estas prácticas no perjudicaron a los consumidores. Es más, a pesar de las rebajas de Intel, tradicionalmente los equipos más baratos son aquellos que utilizan procesadores AMD.
No obstante esto, también es atendible sentir temor porque si AMD desapareciera e Intel quedara como único proveedor de procesadores de computadoras personales, esta última tendría menos motivaciones para innovar y reducir sus precios. En otras palabras, Intel tendría que estar interesado en la supervivencia de un competidor de peso, ya que fue la existencia de AMD lo que incentivó a la empresa a superarse continuamente.
A esto hay que sumar que naturalmente el mercado de procesadores es sólo apto para pocos y grandes jugadores. Las inversiones son monstruosas y constantes, por lo que deben amortizarse a través de grandes economías de escala. Esto hizo que a lo largo de los últimos 20 años hubiera distintos intentos de participar del negocio de procesadores para PC, pero sólo Intel y AMD subsistieron.
Lo que la historia demuestra es que no son las intervenciones regulatorias las que terminaron con las posiciones dominantes sino los cambios tecnológicos. El caso de IBM perdió vigencia cuando el mundo informático pasó de los mainframes a las PC. Microsoft hoy ya no es el de antes a partir del desarrollo de Internet y su impacto en la forma de usar equipos y aplicaciones. Y en el caso de Intel, se le está haciendo más difícil de lo pensado extender su dominio al terreno de los dispositivos móviles, más allá de sus esfuerzos e inversiones, en momentos en que claramente surge que este es “el” próximo gran mercado.
Una reflexión final es que quizás el camino de las multas no sea el más apropiado para terminar con una situación de abuso dominante. Estas pueden “secar” financieramente a las empresas objetadas, quitándole combustible para desempeñarse en una industria con un dinamismo único. Existe el riesgo cierto de que repercuta en las inversiones en investigación y desarrollo, lo que se traduciría en menos innovación y menos disminución de precios. Y si, como frutilla del postre, para llegar a esto se necesita más de una década (Intel aún puede apelar) para cuando llega el remedio el enfermo puede que ya esté muerto o con secuelas irreparables.
¡No es fácil ser regulador!

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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