En ecosistema cerrado no entran moscas

A pesar de su gran y todavía creciente popularidad, uno de los problemas de Twitter como negocio es encontrar las fuentes de ingresos que permitan justificar su alta valuación al tiempo que le dé sustentabilidad en el largo plazo. Como paso previo para lograr esto Twitter debe tener las riendas de su ecosistema. En este marco se entiende la adquisición de TweetDeck que tuvo lugar esta semana por unos US$ 40 millones, cifra que en comparación con las que suelen girar últimamente en torno al negocio tecnológico parece casi cambio chico, lo cual no implica que no sea un precio justo, sino que es simplemente un contraste imposible de obviar.

Para entender cómo llegó a esta situación es necesario repasar su desarrollo. A diferencia de Facebook que nació como una aplicación basada en la Web y que luego se amplió a los celulares (smartphones o no), Twitter surgió como un servicio para celulares que originalmente se utilizaba vía SMS. De ahí su limitación de los 140 caracteres, fuertemente ligada al máximo que puede transmitirse a través de un mensaje de texto. Esto, que le daba la ventaja de poder ser utilizado desde el más simple y básico de los celulares terminó siendo un arma de doble filo.

Cuando comenzó la explosión de los smartphones en todo el mundo, surgieron infinidad de aplicaciones para acceder a Twitter, todas estas desarrolladas por terceros. A esto se sumó que su interfaz en la versión Web siempre resultó muy limitada y compleja, lo que dio lugar también al desarrollo de aplicaciones para PC de terceros que mejoraban notablemente la experiencia del usuario. Y entre los más populares de éstos está claramente TweetDeck, el cual está disponible no sólo para iOS y Android en celulares, sino también para Windows, Mac, Linux y Chrome en PCs. El caso de TweetDeck como el de tantas otras aplicaciones que actuaban de interfaz entre el servicio y el usuario significaron que el crecimiento y la innovación provenían mayormente de terceros. El resultado fue que 75% del tráfico de Twitter era generado por terceros.

Por supuesto, este escenario causa preocupación en algunos, ya que las aplicaciones estuvieron generando el crecimiento mayormente fuera del control de Twitter, especialmente en términos de monetización del servicio. Esto es lo que espera revertir la empresa con la compra de TweetDeck y presagia una guerra contra los demás clientes del servicio. El argumento seguramente será que lo harán para asegurar una experiencia de usuario que sea consistente, si bien el mensaje subyacente es que no quieren terceros que les compitan en su propia casa.

En definitiva, esta operación implica el fin de una primera etapa de Twitter, con un crecimiento que fue caótico y sin un control férreo del negocio que generó. Atrás está quedando la adolescencia y comienza su vida adulta. Quizás un paso que algunos critiquen, pero que al mismo tiempo apunta a asegurar la subsistencia del servicio.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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