Cada actividad tiene su jerga, lo cual está bien para el uso interno pero se complica cuando ésta impacta masivamente, léxico incluido. Así, suele ser muy habitual en la industria tecnológica “lanzar al mercado” términos que para los iniciados son clarísimos, pero no así para los legos. No obstante, el problema es que en este caso, los legos son la mayoría de los consumidores. Como resultante hay dos caminos: evangelizar o cambiar la terminología. En el caso de los celulares, esto ocurre no sólo con el término “smartphone” (tal como publicáramos un año atrás en “¿Smart qué”?), sino que ahora se le agrega uno que no por ser en español es más comprendido: “aplicación”. Esto surge del informe “El usuario ante los smartphones – 2011”, recientemente lanzado por Carrier y Asociados.
Mientras la industria se desvela por las tiendas de aplicaciones y muchos, influidos por su propia atracción hacia la tecnología, consideran que una plataforma es mejor que otra por la cantidad de aplicaciones disponibles para la misma, lo cierto es que el término “aplicación” está instalado en la industria pero no en los clientes. La situación se da aún en los casos de usuarios que descargaron aplicaciones, algo que frecuentemente se aprende luego de haber sido ayudado por un par (pareja, amigo, compañero de trabajo, etc.). Esto indica que el mundo de las aplicaciones tiene mucho de propagación informal, con una alta incidencia del boca a boca en la elección de una de éstas y del ejemplo a la hora de aprender a descargar.
Por supuesto, desconocer el término no hace que los usuarios no las demanden. Las categorías de aplicaciones atractivas mayormente para todos los segmentos son las de socialización (redes sociales, mensajería instantánea, correo electrónico), multimedia (principalmente música y radio) y localización/mapas. En el caso de los adultos, también hay demanda por aplicaciones PIM (contactos, calendario, etc.) y de oficina, mientras que los más jóvenes agregan juegos a su paquete básico.
Que las aplicaciones vengan preinstaladas es un plus que incentiva su exploración y allana el camino a su uso. Mínimamente, se espera que un equipo cuente de forma estándar con las aplicaciones “básicas” que son Facebook, mensajería instantánea, mail y Twitter, agregándose también YouTube. A la hora de buscar nuevas aplicaciones, las tiendas de la marca del terminal (caso Blackberry, iPhone o Nokia) o del sistema operativo (caso Android) son la fuente más popular. En menor medida se descarga de las Web que ofrecen su propia aplicación o en las tiendas de los operadores.
Independientemente de la fuente, mayormente lo que se busca son aplicaciones gratuitas. Sólo hay predisposición a pagar cuando existe una necesidad concreta, en donde la aplicación es considerada indispensable.