¿LCD para quienes?

A poco menos de un mes del lanzamiento del programa conocido como “LCD para todos”, el mismo comienza a evidenciar las fallas en su concepción. Básicamente, y luego del interés despertado no sólo por el precio final del producto (no muy distante de otros equipos similares, aunque sin el sintonizador de TDT) sino más aún por la atractiva financiación (60 cuotas a un 15% anual en un contexto inflacionario), la oferta está muy lejos no sólo de satisfacer la demanda, sino también de cumplir con los objetivos originalmente previstos. Vale recordar que éstos eran los de colocar en el mercado 200.000 televisores antes del mes de agosto. Hoy, las noticias en los medios de todo el país giran en torno a la escasez del deseado producto como consecuencia de bajos niveles de disponibilidad,  evidenciando la ligereza con la que se realizan este tipo de anuncios. Claramente, hubo un error en la estimación del tiempo que demandaría producir y/o importar semejantes volúmenes. Un típico caso de donde se dispara antes de apuntar…

El plan hubiera sido más fácil de implementar y más eficaz si se hubiera planeado de otra forma. El primer paso debería haber sido la exigencia a los fabricantes nacionales (ubicados en Tierra del Fuego) de que TODOS los televisores que salieran de sus líneas de producción tuvieran incorporada en forma nativa la capacidad de recibir señales de la TDT. Resulta por lo menos llamativo que se proteja a una industria que ni siquiera fabrica productos que cumplan con los estándares adoptados localmente. Esto permitiría que el plan LCD para todos favoreciera a todos los fabricantes, al tiempo que no impondría limitaciones en cuanto a la marca y modelo a elegir. Habiendo disponibilidad de producto, el plan podría circunscribirse a la financiación, otorgándosela a quienes se determine.

Lamentablemente, la situación parece indicar que desde el escritorio de algún funcionario quizás no muy interiorizado en los tiempos y complejidades de los procesos industriales se fijaron objetivos a todas luces incumplibles. Y ni siquiera apelar a la importación, algo por demás contradictorio en medio de fuertes políticas de sustitución de importaciones y de control de egreso de divisas, permitió contar con una oferta a la altura de las expectativas y de los objetivos.

Si se revisan los antecedentes, se observa que no se trata del primer caso de un anuncio que está lejos de cumplir con sus objetivos originales. Ya pasó con los decodificadores para TDT que se pretendió distribuir masivamente antes del Mundial 2010 así como con otros referidos a productos no tecnológicos. Ante tantos antecedentes similares, es válido preguntarse si el objetivo no es el anuncio en sí mismo.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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