¿Cumpleaños feliz?

Este aniversario se da en un momento anormal para el sector tecnológico. Al escenario de desaceleración (que en ciertos casos ya es de recesión) de la economía se suma el impacto de políticas que atentan contra lo que podría ser una actividad más pujante.
Las barreras aduaneras (algunas totalmente arbitrarias, como las LNA) impactan en el negocio del hardware. La oferta se restringió en término de alternativas, tanto de marcas como de especificaciones técnicas. Y esto impactó fuertemente en la cadena de comercialización. Por otra parte, las limitaciones al giro de divisas también afectaron negativamente a la producción nacional. La consecuencia natural (o de manual) cuando se crean restricciones artificiales, es que se abre la puerta para la eficiencia (en términos de variedad y disponibilidad) y los precios (altos) del mercado negro.
Esta situación no sólo afecta a quien quiere comprarse un iPhone y termina en un mercado electrónico adquiriéndolo. También está comenzando a afectar a servicios que necesitan de cierta electrónica que no se fabrica en el país y que es fundamental para seguir sumando usuarios conectados. Ya desde hace un tiempo algunos proveedores de acceso a Internet no pueden crecer debido a la falta de módems. Y esta semana fue la propia ATVC (asociación que agrupa a los proveedores de TV paga) quien denunció que la falta de equipamiento digital frena el crecimiento de todo aquél servicio que no sea abono básico (digital, HD, DVR, PPV, etc.). Las limitaciones se extienden también al tendido de fibra óptica. En otras palabras, estamos atravesando un paréntesis tecnológico.
Por el lado de los servicios móviles, el aire está “enrarecido” en los últimos meses. A diferencia de lo que sucedió durante casi toda esta década, el Estado ha endurecido su posición frente a los operadores en los últimos tiempos. Las distintas caídas de servicio, primero de Movistar, luego de Claro y esta semana de Personal, trajeron aparejadas sanciones económicas para las dos primeras, quedando por resolver el caso de la última. Además, esta seguidilla de problemas tan ecuánimemente repartidos hace que varios levanten una ceja. Simple coincidencia o no, lo concreto es que la reacción oficial en cada caso sorprendió por su firmeza, no necesariamente criticable, pero sí hasta ahora no habitual. Esta situación alimenta las esperanzas de iniciativas de declaración de servicio público y/o un mayor control sobre las tarifas. Por lo pronto, quizás motivados por los buenos resultados presentados, se ha invitado a los operadores móviles a invertir más en el país.
Este rol activo del Estado contrasta con su parálisis en cuanto a la asignación de más espectro para servicios móviles, algo que los operadores (actuales y potenciales) vienen reclamando cada vez con mayor insistencia. Y hay dos licitaciones que el Estado tiene entre sus manos pero que aún no define. Una, es la reasignación del espectro devuelto por Movistar. La misma ya tendría que estar adjudicada de acuerdo al cronograma inicial, pero todavía siguen sin determinarse los preclasificados, luego de sucesivas postergaciones que hacen que la situación ya sea vergonzosa. La otra, más en la nebulosa, es la que correspondería a las frecuencias a utilizar para 4G. Tantas demoras no se entienden desde el punto de vista técnico. Las empresas necesitan el espectro como si fuera agua, el Estado cobraría dinero por la venta de aire, se generarían nuevas inversiones para dar el servicio y, dependiendo de los resultados de las licitaciones, podríamos hasta contar con nuevos proveedores que se sumen a los existentes, incentivando la competencia. Pero parece que nada de esto es tan valioso como para cumplir con los plazos.
Por otra parte, parecen razonables los temores de que algunas iniciativas gubernamentales destinadas al desarrollo de la infraestructura tecnológica se vean retrasadas ante la puja por fondos que hoy no abundan.
En fin, un panorama complejo, donde hay un contexto macro, internacional y nacional, poco favorable, pero que podría morigerarse con políticas más claras. Siempre queda la esperanza.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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