Viabilidad técnica vs. viabilidad económica

Esta semana el gobierno nacional resolvió dejar sin efecto y reformular el concurso público para la adjudicación de señales de televisión digital abierta (TDT en la jerga). Si bien oficialmente reconocieron que las condiciones para la adquisición de pliegos así como de la operación misma eran demasiado exigentes para el sector no comercial (Estados provinciales, universidades públicas y organizaciones sin fines de lucro), no hubo ninguna mención a un problema de fondo: cómo se financiarán. Esto aplica también al sector comercial.
Una de las características de la TDT, más allá de la calidad de la transmisión digital, es que permite la multiplicación de la oferta de canales de aire por un factor de entre 4 y 5 según los expertos en materia técnica. Esta mayor capacidad si bien es atractiva en términos de la multiplicación de voces, tiene el inconveniente de una mayor dificultad de financiación.
Básicamente, existen tres formas en que estos nuevos canales podrían financiarse: la clásica publicidad, el subsidio por parte de sus propietarios o la venta de los contenidos generados (o cuyos derechos se detenten) a terceros. Empezando al revés, la venta de los contenidos es un negocio complejo, más aún si éstos tienen un alto componente local. Habría que producir una cadena de éxitos para financiar simultáneamente su producción y al canal de manera sostenida en el tiempo. El subsidio de los propietarios dependerá de que éstos cuenten con una caja abundante. No parece ser la situación hoy de la mayoría de las provincias, ni de las universidades públicas. En el caso de las organizaciones sin fines de lucro, esos fondos, dependiendo de los casos, podrían aplicarse de manera más eficiente al objetivo primario. Queda entonces la publicidad, alimento básico de los canales de TV (especialmente los privados).
El principal problema de la publicidad en la actualidad es que los comensales crecen a un ritmo muy superior al de la torta. Es que los presupuestos en publicidad no varían a la par de la oferta de medios donde anunciar, sino en función del negocio, y en líneas generales lo hacen al ritmo de la evolución de la economía. Visto así, queda claro que la masa publicitaria no puede multiplicarse por 4 ó 5 en cuestión de meses.
A esto hay que agregarle otro factor, que es la difusión de la TDT como plataforma. Sobre 11 millones de hogares en Argentina, 8,5 contratan un servicio de TV paga (cable o satélite), mientras que a marzo de este año el gobierno había entregado un millón de decodificadores de TDT (lo cual no asegura que estén todos en uso). Si a esto le agregamos la dispersión geográfica y de canales (la mayoría de éstos locales), resulta claro que el mercado de TDT es mucho menos relevante para el anunciante. La cosa no promete resolverse en el corto plazo, ya que todavía son más los televisores nuevos que no incorporan la capacidad para sintonizar la TDT que los que lo hacen. Así, por más que el gobierno invierta mucho en la infraestructura para transmitir las señales, si no hay receptores, de poco sirve.
En definitiva, se trata de una asimetría entre lo que se desea que sea y lo que la realidad del mercado marca. A cada uno el mercado puede gustarle más o menos. Lo que no se puede hacer, es ignorarlo.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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