Uno de los problemas que enfrentan los operadores móviles tiene que ver con los altos costos de instalación y mantenimiento de la infraestructura. Desde sitios para instalar antenas, las propias antenas, el backhaul. Por eso desde hace un tiempo, en diversos países se comenzó a dar una tendencia a que empresas que compiten en el mercado logren acuerdos para compartir parte de sus infraestructuras.
La novedad es que esta modalidad está llegando a Sudamérica. Una de las empresas que está mostrándose activa en la materia es Telefónica. Sus más altos directivos a nivel internacional ya habían adelantado en una teleconferencia con inversores que la empresa pretende adoptar este modelo para sus operaciones latinoamericanas.
Esta semana dio un paso más anunciando un acuerdo nada menos que con Claro (su archirrival en la región) para compartir infraestructura tanto para 4G como 3G en Brasil. Es cierto que se trata de un caso apremiante. Los operadores de aquél país corren contrarreloj para comenzar a dar servicios 4G antes del Mundial de Fútbol del año próximo, y el hecho de utilizar frecuencias altas (2.5 Ghz) exige una mayor densidad de antenas. Quizás es por esto que también en Brasil las operadoras TIM y Oi hicieron un anuncio de similares características esta semana. Así, el caso brasilero podría transformarse en un modelo para el resto de la región.
Debido a los problemas que se registran en Argentina, esta tendencia a compartir infraestructuras podría ser parte de la solución. Pero no sería sencillo. Por ejemplo, haría mucho ruido una asociación de este tipo entre Movistar y Personal, sobre todo cuando sus operaciones locales están (en teoría al menos) bajo observación por compartir accionistas. Podría dar lugar a planteos antimonopólicos. Así, cualquier asociación debería ser con Claro, pero con tres actores en el mercado, si dos se asocian, el tercero en discordia puede (y seguramente lo hará) patalear. ¿Sería un acuerdo entre los tres una movida oligopólica?
No obstante, este modelo podría ser atractivo para Arsat, ya que esta aún no cuenta con red y necesita hacerlo en el corto plazo para poder comenzar a operar. Podría ser ésta la puerta para acelerar el despliegue de su red. Quizás, quién sabe, se aceleraría así la llegada de LTE. Aunque para esto todavía hay que dar varios pasos previos.
Lo concreto es que acuerdos de este tipo deberían ser considerados, tanto por operadores como por reguladores. Porque hasta tanto no se disponga de más espectro en el país, al menos que no sea la infraestructura el cuello de botella en ningún punto de la red.