Esta semana, Google reafirmó su voluntad de controlar también la experiencia del televisor. A pesar de su intento fallido con Google TV, que actua como set top box o está incluido directamente en el televisor, la empresa aprendió de su fracaso y no desistió. El resultado fue el lanzamiento esta semana de Chromecast. En pocas palabras, se trata de un pequeño dispositivo (del tamaño de un dongle) que se conecta a una entrada HDMI en el televisor y que lo conecta vía WiFi a un smartphone, tablet o PC. Es en estos últimos donde está la “inteligencia” aunque no el almacenamiento, tomando éstos los contenidos desde Internet (vía app específica o navegador) para desplegarlos en la pantalla del televisor a través del Chromecast conectado a WiFi.
El atractivo de Chromecast es que permite ver los mismos contenidos que podríamos ver desde un smartphone, tablet o PC pero directamente en la TV. No se trata del primer equipo que logra esto, pero la diferencia está en que cuesta sólo US$ 35, ya que la capacidad de procesamiento y conexión está en los dispositivos mencionados existentes en el hogar. Esto hace también que sea lo suficientemente pequeño como para quedar oculto detrás del televisor. Y la combinación de smartphone, tablet o PC con Chromecast transforma a cualquier televisor en una Smart TV. Todavía hay que verlo en acción real, lo que se sabrá tan pronto esté en la calle. Pero si funciona como promete, puede impactar al negocio de la TV tal como lo conocemos.
Sin dudas que los primeros impactados pueden ser los fabricantes de Smart TV. Hoy un alto porcentaje de estos dispositivos no son conectados a Internet (patrón que se repite tanto aquí como en resto del mundo) debido a diversas causas, aunque sin dudas influye una manejo muy incómodo desde un control remoto convencional de TV, lo que desanima a los más entusiastas. A esto se pueden sumar otros factores como dificultades para configurar la conexión y ciertas restricciones en cuanto a los contenidos que pueden consumirse directamente desde éstas y que tienen que ver con los acuerdos que cada fabricante logra con los distintos actores (ej.: Netflix, Crackle, etc.). En contraste, con Chromecast la conectividad a Internet la provee el smartphone, tablet o PC, los contenidos llegan a través de apps instaladas por el usuario o directamente vía navegador, y las mismas apps proveen una interfaz más apta que un control remoto convencional. Visto así, parece superador.
Aún en el caso de Chromecast sea un éxito total, las Smart TV no dejarán de venderse, ya que tienden a ser un estándar en los nuevos televisores. Pero sí pueden perder su atractivo o capacidad diferenciadora. Por lo tanto, no sería de extrañar que si esta tecnología avanza, los fabricantes decidan incorporarla a sus televisores. Esto beneficiaría a los desarrolladores de apps, que no tendrán ya que preocuparse en hacer aplicaciones para cada una de las distintas plataformas de Smart TV sino que podrán hacerlo simplemente para Android, iOS o navegadores.
Menos evidente es predecir que puede llegar a ocurrir con los operadores de servicios de TV paga, ya que Chromecast simplifica el proceso de consumir contenidos en video a través de Internet. Y esto sin dudas intensificará los temores del “cord cutting”, o que los abonados cancelen sus servicios para suplirlos con contenidos provenientes de Internet, pagos o gratuitos. Al respecto, esta semana hubo una interesante información que permite pensar que este proceso no se debería tanto a movidas de la demanda sino a problemas propios de la oferta. Según datos de la FCC, entre el 2010 y 2012 en EE.UU. los operadores de TV por cable perdieron 2,5 M de suscriptores. Pero no fue esta la tendencia para otros operadores de TV paga, ya que crecieron los suscriptores de DirecTV, U-verse TV o FiOS TV. Se trata entonces de otras razones que quizás son propias de la TV por cable de aquél país y no de la TV paga per se. En Argentina, por otra parte, las opciones de contenidos vía Internet por ahora conviven armoniosamente con la TV paga [ver “¿Amigo o enemigo?”].
No obstante, los operadores de TV paga no deben minimizar el posible impacto de todo producto que simplifique y amplíe el acceso a contenidos provenientes de Internet. Hoy conviven con Internet porque la TV paga ofrece el vivo y la serendipia propios de una oferta lineal. Pero más allá de los servicios bajo demanda, a través de Internet cada vez más se podrá acceder a contenidos también lineales. Y llegado a este punto, la separación entre redes de distribución y contenidos será total y con ésta, el negocio de la TV paga se verá totalmente reformulado.