La operación Microsoft/Nokia, más allá de los detalles, despierta reflexiones respecto de la evolución del negocio tecnológico. Específicamente en cuanto al modelo de negocios de los fabricantes de celulares y el modelo de venta de software.
Muchos ven en la movida de integración de Microsoft, controlando el hardware, software y servicios, una búsqueda de replicar el exitoso modelo integrado de Apple. Pero hay indicios como para pensar que la elección de un modelo determinando no garantiza el éxito. La prueba está por los dos extremos. En esta línea, tanto Blackberry como Google/Motorola vienen tratando de poner a punto este modelo (aunque con distintas urgencias, es cierto). En el extremo opuesto, Samsung, sin control del software ni de los servicios logró erigirse como el claro nº 1 del segmento móvil. Y a otros no les va tan bien con el mismo esquema. En resumen, el modelo no define tanto el éxito o el fracaso como sí lo hace la ejecución.
Por el lado del software, la compra de Nokia marca sin dudas un hito para la empresa. Con el desarrollo de los smartphones, la forma de vender software, más específicamente los sistemas operativos, cambió sustancialmente. Gran parte del poder (y del dinero) de Microsoft provino de la venta del software por sí solo, particularmente su sistema operativo Windows y su paquete de oficina Office. Pero este modelo, definitivamente comienza a tener un olor rancio.
Apple siempre entendió el concepto del software como un instrumento para vender hardware. Lo hizo con sus PC pero se volvió más evidente con el iPod primero y el iPhone después. Muchos pudieron imitar su hardware, pero su software siguió siendo exclusivo. Un software que además se convirtió en la puerta de entrada al ecosistema de aplicaciones y servicios. Google apostó al desarrollo de Android no como un negocio en sí mismo sino como una plataforma adicional y muy relevante que le permitiera seguir vendiendo publicidad en el mundo móvil. Por eso licencia su sistema operativo en forma gratuita, ya que su objetivo no es hacer un negocio de la venta de software. En este escenario, Microsoft quedó en una posición incómoda, ya que todavía hoy pretende cobrar por las licencias de su sistema operativo móvil. El fracaso de este modelo está en que el 80% de las ventas de Windows Phone estuvieron atadas a Nokia (con quien tenía un particular acuerdo), mientras que los demás fabricantes son cada vez más reticentes a licenciar Windows Phone.
Es evidente entonces que Microsoft ya no puede licenciar con cargo su sistema operativo en el mundo de los smartphones. No le queda otra alternativa que usarlo como un vehículo para vender hardware, aplicaciones adicionales y servicios. El software sigue siendo la piedra angular, pero no genera ingresos relevantes por sí mismo. Esto quedó claro cuando hace poco tiempo atrás, Microsoft se definió como una empresa de “dispositivos y servicios”, sin mencionar al software en su nueva esencia. Si bien no llegó al extremo de Apple que recortó el “Computer” de su nombre original, con sus últimos movimientos Microsoft casi que está recortando la última sílaba de su nombre. No será por dejar de desarrollar software, sino que para cobrar por éste, debe integrarlo en su hardware (smartphones, tablets, consolas) y servicios.
El software ha muerto. Viva el software.