Para quienes siguen habitualmente la industria móvil, el anuncio esta semana de la compra del negocio de terminales de Nokia por parte de Microsoft no fue una sorpresa. Esta posibilidad estuvo latente desde el momento en que ambas empresas se asociaran un par de años atrás. Finalmente, por un total de US$ 7,2 mil millones se llegó a un acuerdo, de los cuales US$ 5 mil correspondieron a la compra del negocio de dispositivos y servicios y el resto fue en licencias de uso de patentes. A primera vista, resulta llamativa la devaluación del fabricante finlandés, especialmente si se tiene en cuenta que en 2011 la misma Microsoft pagó US$ 8,5 mil millones por Skype o que Google hizo lo propio por US$ 12,5 mil millones para quedarse con Motorola (aunque éste incluía patentes).
Más allá de las sinergias y complementariedades, lo cierto es que la suerte de la estrategia móvil de Microsoft dependía de un socio peligrosamente débil. A pesar de sus avances en el mercado de smartphones con la plataforma Windows, sus ventas están aún muy lejos de ponerlo seriamente en la discusión. En el último año, las ventas de equipos con Windows Phone equivalieron al 17% de las de iPhone y el 6% de las de Android. Y sin grandes volúmenes de venta (Nokia aclaró que debía vender el doble de lo que hacía para llegar a un punto de equilibrio), había un gran riesgo para Microsoft: que Nokia se cayera por su propio peso o que pasara a formar parte de las huestes de Android (Nokia tenía la opción de salir del acuerdo con Microsoft en el 2014). Ninguna de las dos opciones era aceptable considerando que se trata de la marca que representa el 80% de las ventas de Windows Phone. Y menos aún cuando los otros fabricantes que lo utilizan, cada vez lo empujan menos. Así, la movida de Microsoft es casi más táctica que estratégica: evitar la caída del único jugador significativo de Windows Phone.
En principio, Microsoft hace un gran negocio con esta operación. Asegura a su fabricante insignia accediendo a talento, marca y capacidad global de fabricación y distribución. Asume el control total del desarrollo de los futuros dispositivos, tanto en características como en el ritmo de lanzamientos. Al unificar hardware y software se reducen los costos replicados, especialmente en marketing. Y lo hace por menos de lo que gastó por Skype y comprometiendo apenas un 10% del total de su cash e inversiones de corto plazo. O sea, no es una suma que lo comprometa financieramente. Pero está claro que para Microsoft, adquirir el negocio de dispositivos de Nokia es una condición necesaria pero no suficiente para tener éxito en el mercado móvil. Todavía resta por ver cómo hará para cambiar su posición en este mercado.
En el caso de Nokia, los finlandeses dieron una nueva demostración de su capacidad adaptativa, la misma que la permite a la empresa haber cumplido 148 años desde su fundación. Tan larga historia no está exenta de golpes de timón que aseguren la supervivencia. Si bien sin dudas que los celulares Nokia son motivo de orgullo nacional, tampoco es cuestión de que el orgullo los lleve al cementerio… Con esta decisión, Nokia se quita un lastre de encima y obtiene efectivo para fondear a la recientemente recuperada y rentable operación de infraestructura para operadores móviles, NSN. Claro que ahora quizás le quede alguna tarea de reorganización interna. Luego de la transacción, Nokia se enfocará en tres negocios establecidos: NSN, que provee infraestructura y servicios; HERE, servicios de mapas y localización, y Advanced Technologies, enfocada al desarrollo y patentes. Como se ve, tres negocios lo suficientemente independientes como para darle a la organización una lógica convincente.
Para la industria, esta operación marca la desaparición del último gran fabricante europeo de terminales móviles. Lo antecedieron Ericsson, Siemens y Alcatel. Todos éstos, incluyendo a Nokia, tuvieron una historia en común. Empresas de ingeniería de telecomunicaciones que fabricaban infraestructura y donde los terminales eran parte de esa red. Lo mismo se aplicó a Motorola (aunque esta era estadounidense y no europea). Pero con la mutación de los celulares de teléfonos a computadoras de mano, el eje del poder se trasladó a la costa oeste de los EE.UU.: Apple y Google en el Silicon Valley y ahora Microsoft, desde Redmond. Y del otro lado del Pacífico, el surgimiento de grandes fabricantes, liderados claramente por Samsung, pero seguidos por LG, Sony, Huawei y otros orientales. En términos geográficos, el centro de gravedad de la industria de terminales móviles pasó del Atlántico al Pacífico.