De enemigo a amigo

Desde que Netflix ganó popularidad con su servicio de streaming de video, las quejas de los operadores se comenzaron a hacer escuchar cada vez con más frecuencia, ya que deben mejorar su infraestructura para hacer frente a las crecientes demandas por capacidad. Este aumento del tráfico vendrá de la mano no sólo de más usuarios consumiendo video a través de Internet, que en algunos casos ya está llevando a hogares a prescindir de servicios de TV paga (fenómeno que también comienza a darse en Argentina). También influirá la tendencia a que el video sea de mayor calidad, lo que eleva el tráfico. No sólo hoy comienza a dominar el video en HD, sino que Netflix también tiene contenidos en 4K, que cuadruplica la resolución y por lo tanto la cantidad de datos a transmitir. Todo muy lindo. El tema es quien paga la factura.
Los más grandes pudieron hacer valer su peso, exigiendo a Netflix que se haga cargo, aunque fuera parcialmente, de los mayores costos asociados. En EE.UU. Netflix ya tiene acuerdos con Comcast, Verizon y acaba de sumar esta semana a AT&T. Todos ellos tienen demasiados abonados como para que Netflix acepte perder clientes por deficiencias en la calidad de la transmisión. Distinto es el caso de los ISP más pequeños, con menos poder de negociación. Sin embargo, también hacen oír su voz, con críticas atendibles.
En este escenario, llama la atención al lector desprevenido el anuncio realizado esta semana por Antel, según el cual el operador de telecomunicaciones estatal uruguayo comenzará a ofrecer los servicios de Netflix a sus clientes, tanto de banda ancha fija como móvil. La noticia es más llamativa aun cuando se toma conciencia de que Antel tiene un amplio dominio del mercado fijo (98%) y del móvil (49%). ¿Por qué entonces querría Antel recargar sus redes con más tráfico? La respuesta es simple y tiene que ver con algo planteado desde aquí tiempo atrás [ver “Repensando la neutralidad”]: Antel cobra por tráfico y no por ancho de banda. De esta forma, cuanto más tráfico, más facturación. Y ésta entonces puede financiar las inversiones realizadas para mejorar la capacidad de las redes.
En un país como Argentina, donde cala hondo la idea de que el Estado debe tender a subsidiar los consumos para que éstos tengan precios “sociales”, puede ser llamativo que un monopolio estatal (es lo que es en banda ancha fija) aplique criterios microeconómicos a sus políticas tarifarias. Pero esta lógica económica tiene también lógica social: cada uno paga por lo que consume. No hay usuarios de bajo consumo subsidiando a los de alto consumo a través de una misma tarifa.
Seguramente, el modelo de pago por uso en la banda ancha fija comenzará a popularizarse, asemejándose a lo que actualmente sucede con la banda ancha móvil. No será sencillo aplicarlo a los abonos actuales, pero en un futuro no muy lejano, en la medida en que los ISP ofrezcan anchos de banda superiores a los actuales, no debería sorprender que esta mayor capacidad venga atada a cuotas de tráfico. Se pagará por uso, como se hace hoy con otros servicios básicos, como la luz y el gas. Entonces, ya ningún ISP se quejará por la existencia de servicios como el de Netflix. Es más, los incentivarán.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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