Al infinito y más allá

Originalmente previsto para mediados del 2012, finalmente se lanzó el satélite geoestacionario argentino, el ARSAT-1. Se trata del primer satélite de estas características diseñado e integrado en Argentina por INVAP (Instituto de Investigaciones Aplicadas).
Se trata de un acontecimiento que tiene distintos impactos. Es claramente positivo para la ciencia e ingeniería argentina por el logro alcanzado. Lo es para el país porque su presencia permitirá una mejor cobertura para servicios de telecomunicaciones. Lo es para el gobierno porque todo el proceso se produjo bajo su gestión, tanto por la creación de ARSAT como la producción del satélite.
La puesta en órbita del ARSAT-1 también es clave para mantener una posición en la órbita geoestacionaria. Las posiciones orbitales son limitadas y reguladas para que no haya conflictos entre los satélites de los distintos países. Argentina estuvo cerca de perder esta posición por no haber reemplazado oportunamente al Nahuel 1A, un satélite de fabricación extranjera, fuera de servicio desde el 2010 y actualmente en la órbita cementerio. Desde hace unos años, Argentina opera esa posición con un satélite alquilado. Por esta razón, los beneficios para la población no serán evidentes, sobre todo en lo inmediato.
En momentos en que la sociedad se encuentra bastante dividida políticamente, que este acontecimiento esté tan vinculado a gobierno de la última década hace que a veces los hechos se distorsionen. Algunos desmerecen el logro mencionando la abundancia de componentes importados en el satélite. No tienen en cuenta que por razones de escala (en la producción y creación), la fabricación de los mismos está en pocas manos. No obstante, diseñar, integrar y programar un satélite geoestacionario requiere de conocimientos y capacidades que no abundan. Claro que no ayuda que desde el gobierno se haya dicho que el satélite es 100% argentino. No es así. Además, el gobierno apela a una mezcla de épica y soberanía (el hashtag utilizado era #SoberaniaSatelital), con una transmisión en vivo por la TV Pública que hace rememorar a los más entrados en años al lanzamiento del Apolo 11, que terminó con la llegada del hombre a la luna en 1969. A fin de cuentas, y más allá de lo que signifique para los directamente involucrados, se trata de una operación habitual en la industria de las comunicaciones satelitales.
Resulta curioso que el hito esté marcado por su lanzamiento, justamente la etapa en la que el proceso está más extranjerizado, ya que se produce en la Guyana Francesa y no en el país, aunque esto no podría ser de otra forma por razones geográficas. No obstante, el reto estará completo cuando el ARSAT-1 se haya ubicado en su posición definitiva (dentro de un par de semanas) y esté en operaciones. Celebrando la puesta en órbita, digamos que la palabra lanzamiento tiene aquí un doble significado: el físico y el marketinero.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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