¿Vientos cambiantes?

Luego de años de tensión creciente, el mercado de las telecomunicaciones está llegando a un punto que podría marcar el inicio de una relación distinta entre operadores de telecomunicaciones y empresas que ofrecen servicios OTT. Una relación que tiene dos puntos de conflicto. Uno tiene que ver con regulaciones distintas para servicios que son similares. La otra, quién paga la cuenta.
En materia de regulación, es interesante observar lo que está sucediendo en Europa. Desde hace ya varios años, las autoridades continentales vienen bregando por una agenda que lleve a un mercado digital europeo único que no deje al viejo continente fuera de la carrera por el presente y el futuro. Y lo hacen con autocrítica. La Comisión Europea elaboró un documento donde sostiene que sus intentos por un mercado único estuvieron demasiado focalizados en la neutralidad de la red y en el roaming intracontinental en lugar de plantearse metas más ambiciosas que impulsen la inversión y la innovación (vale aclarar que hubo recientemente un cambio en la máxima autoridad europea en la materia).
Las modificaciones, que se propondrían la semana próxima, apuntan a las demandas de los operadores europeos en relación a la asimetría en la regulación de servicios similares ofrecidos por actores diferentes que, sostiene, no están sometidos a las mismas reglas. Mientras los operadores deben responder por la calidad de sus servicios, productos OTT como Whatsapp o Skype pueden tener problemas de funcionamiento y sólo emitirán una disculpa. De más está decir que servicios como Whatsapp, que acaba de alcanzar 800 millones de usuarios activos, están detrás de la fuerte pérdida de ingresos por SMS. Y que ahora con la llegada de la posibilidad de comunicaciones de voz (algo similar a lo que hace Skype) amenazan también su negocio más tradicional. Lo que no está claro es si esta armonización de las regulaciones vendrá por el lado de un endurecimiento de aquellas que alcancen a los OTT, una relajación de las que afectan a los operadores o habrá un punto intermedio. Lo que sí resulta cada vez más evidente es que es necesario diseñar marcos regulatorios justos y lo suficientemente flexibles para adaptarse a los cambios que se seguirán produciendo en el futuro.
En una discusión más global y no puramente europea, otro punto en esta relación odio-necesidad pasa por la pregunta del millón: ¿quién paga los costos? Los operadores sostienen que son los OTT quienes deberían compartir la carga económica que implica la constante actualización de las redes para soportar crecientes demandas por tráfico de datos. Pero esta aproximación entraña una limitación, ya que impondría un freno a nuevos servicios que verían dificultado su crecimiento, limitando entonces la innovación. Una alternativa sería fijar un nivel de tráfico generado a partir del cual el OTT tuviera que participar en los costos que su servicio ocasiona a quienes proveen las redes. Pero esto puede llegar a ser un poco arbitrario. Por eso, aunque por el momento no es una variante que se mencione demasiado abiertamente, una solución más justa sería que fuera el usuario que pague por estos mayores costos dependiendo del uso que hace de los distintos servicios, medido en función de los datos que consumen. Así, quien quiera ver una película Netflix en 4K pagará más a su ISP u operador celular que aquél que sólo usa Whatsapp. Un servicio que se pague por uso, como ya sucede con la luz, el gas y otros. Los operadores han adoptado este modelo en el caso de los servicios móviles. En el caso de los fijos, la cosa no está muy difundida, pero no debería llamar la atención que comiencen a hacerlo. De hecho, hay casos como el de Antel (el operador de telecomunicaciones estatal uruguayo) que ya vende sus productos de banda ancha fija con determinadas cantidades de tráfico de datos, en un modelo parecido al de los móviles. Esto le permitió hacer un acuerdo con Netflix para revender su servicio. Es lógico, quien quiera ver videos en 4K todo el día, contratará abonos de mayor precio (y eventualmente pagará por excedentes) que aquél que sólo se mete en Facebook. Está claro que así Antel convirtió a Netflix de enemigo a socio.
Sean éstas u otras las medidas que comiencen a darse alrededor del mundo en materia de telecomunicaciones, lo cierto es que en un escenario donde los contenidos/servicios son independientes de la red, todo indica que más tarde o más temprano la relación entre ambos deberá adaptarse a esta realidad. Creer que esto no vaya a suceder sería ingenuo.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

Your sidebar area is currently empty. Hurry up and add some widgets.