Es común oír en los últimos tiempos frases del estilo “La TV ha muerto”. En realidad, la cosa no es tan terminante. Sí es cierto que tanto el modelo tecnológico, comercial como de producto se está transformando aceleradamente. Se da así un escenario en el cual aparecen cada día nuevos actores que convivirán con una oferta de TV paga tradicional en plena transformación.
Esta semana, WarnerMedia anunció que lanzará HBO Max el año próximo. Se trata de un OTT que aglutinará contenidos de sus canales, tales como HBO, Warner Bros., Cartoon Network, TNT, TBS, CNN, Boomerang, Adult Swim o DC Entertainment. Se suma así a los recientes anuncios en igual dirección (aunque con matices) de parte de otros gigantes de los contenidos como Disney y Paramount. Esto explica también por qué muchas de sus producciones originales están en proceso de ser retiradas de otras plataformas, tal como sucede en el caso de Netflix. Previendo este tipo de movidas es que Netflix dedica, desde hace unos años, gran parte de su inversión al desarrollo de contenidos originales.
Esta mutación del mercado OTT implica que lo que arrancó como un negocio de distribución independizado de la red se está convirtiendo en otro de contenidos bajo un paraguas de marca. O visto de otra forma, se está pasando de un modelo OTT que era principalmente de distribución multimarca (Netflix, sobre todo en sus orígenes) a otro de plataformas de contenidos bajo el paraguas de una única marca. Sin embargo, pasar de buscar contenidos de una oferta de 90, 200 o 500 canales de la TV paga tradicional a hacerlo a través de 4, 6 o más apps no parece una evolución razonable. El contenido se fragmenta y compartimenta y esto no es bueno para el espectador.
Es por esto por lo que los actuales operadores de TV paga avanzan con modelos de agregación, buscando convertirse no sólo en un almacén que permita seleccionar distintas “marcas” y tipos de contenidos. Es el terreno de los Flow, DirecTV Go, Movistar Play y otros similares que tienen no sólo la difícil tarea de negociar la distribución de contenidos de terceros (a los que suman algunos otros propios) sino también de hacerlos convivir en una única interfaz de usuario integradora e intuitiva y bajo una única plataforma comercial. No es un desafío menor el que tienen por delante.
En realidad, no se trata de que se imponga uno u otro modelo, sino que convivirán. Las grandes marcas globales se apalancarán en su escala mundial, que les permite hacer inversiones del orden de los cientos de millones o incluso de los millardos de dólares. Y que producirán algunos contenidos “localizados” en la medida en que éstos puedan ser atractivos en distintas geografías para alcanzar así las escalas necesarias. A nivel local estarán los almacenes de contenidos que no sólo agregarán los de distintas “marcas” internacionales, sino que serán más variados en cuanto a temática, combinando contenidos de distinto tipo (actualidad, deportes, series, películas, documentales, etc.) tanto localizados (algunos de generación propia) como globales. Estos últimos serán eventualmente los herederos de la TV paga tradicional, conviviendo (u ofreciendo) contenidos globales a los que se podrá acceder directamente bajo un modelo a la carta, con paquetes de canales ya sea por temática y/o por marca.
Por supuesto, y como parte de la maduración de los servicios OTT, las nuevas propuestas de TV (considerando como tales a los agregadores de contenidos), no necesariamente estarán atadas a determinadas redes de distribución, como sucede tradicionalmente con la TV paga. Pero sí pasarán a formar parte de paquetes opcionales de conectividad. Será en definitiva una TV mejor, más customizada, aunque probablemente no más barata.