No hace falta ser un observador muy avezado de la industria de los contenidos televisivos para darse cuenta de que, más tarde o más temprano, la tendencia por parte de los generadores de éstos a llegar en forma directa al público/consumidor traería un conflicto con lo que fue su histórico canal: los operadores de TV paga.
Por décadas, el negocio de la TV paga floreció en base a una necesidad mutua. De un lado, la oferta de contenidos (léase Warner, Sony, Disney y tantos otros) necesitaba de operadores de TV paga locales que actuaran de canal de distribución para los mismos. Del otro, los operadores que necesitaban de esos contenidos para sumarle valor a sus redes de distribución sean de cable, inalámbricas o satelitales. Claro que en esta relación había asimetrías. No era lo mismo un Cablevisión o un DirecTV negociando con Warner que un pequeño cable de una localidad del interior del interior. Es por esto por lo que varios pequeños y medianos operadores, tanto privados como cooperativas, se fueron asociando para generar las sinergias que les permitiesen una posición de más fuerza y escala, tanto en materia de contenidos como de infraestructura. Así surgieron, por ejemplo, Red Intercable (conformada por PyME de TV paga) o Colsecor (cooperativas).
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