Visto por servicio, cada uno aportó a su manera. Por un lado, se hace evidente la incidencia del mayor consumo de telefonía móvil como consecuencia del impacto de una mayor cantidad de líneas promedio por hogar (ver “El celular se infiltra”). En relación al acceso a Internet de banda ancha, se combinan un crecimiento de la penetración del servicio (ver “Internet es banda ancha”) así como los ajustes del precio de algunos abonos. En cuanto a la TV paga, se produce el efecto de sucesivos aumentos del abono durante el último año así como el blanqueo del consumo de contenidos premium como consecuencia de la digitalización del servicio.
Si bien un aumento del gasto promedio de un 31% puede resultar a priori una cifra impactante, no lo es tanto si se considera que la misma es mayor pero no tanto que las estimaciones privadas de inflación (que se ubicaron entre un 20 y 25%), así como de actualizaciones salariales (del 25% según el INDEC). Por lo tanto, ya sea en términos constantes como relativos, el gasto es mayor que el año pasado, pero bastante menos de lo que surge de la comparación en términos absolutos.
No obstante esto, se observa claramente el aumento del consumo de estos servicios en hogares de niveles medios y bajos, donde el gasto pasó de un 11 a un 13% en relación al ingreso familiar. Inversamente, en los niveles altos, donde la penetración de los servicios se mostró más estable y fueron mayores las mejoras en los ingresos, la proporción del gasto bajó de un 6 a un 4%.
Partiendo de la base que las diferentes tarifas de cada uno de los distintos servicios de telecomunicaciones no varían significativamente y que sí se produce una variación profunda en los ingresos por hogar de acuerdo al nivel socio económico, se hace evidente como el peso del gasto en telecomunicaciones crece a medida en que se desciende en el NSE. Se trata entonces de un gasto regresivo.