Archivoenero 2010

Digitalizando el fútbol

En agosto último, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) dio por terminada su relación con TSC para la explotación de los derechos de televisación de los partidos y anunció la cesión de estos derechos al gobierno nacional. En aquél entonces se prometieron dos cosas: que el fútbol sería visto gratuitamente por la población y que habría una rentabilidad por sobre los $ 600 millones que recibiría la AFA, la cual se utilizaría para financiar actividades olímpicas.
A 6 meses de ese momento, el balance no es del todo positivo. Es cierto que el fútbol sí fue gratuito para todos, pero los números del negocio están lejos de ser lo que prometían (a tal punto que hubo que inventar un impuesto a los celulares para financiar el deporte olímpico). Así, el Estado terminó subsidiando a clubes (e indirectamente a sus millonarios contratos con figuras y otras no tanto), lo cual es un sinsentido total desde la perspectiva de la redistribución del ingreso.
Ciertamente, esta situación no deja de preocupar en la AFA, donde son concientes de que sus ingresos dependen de la buena relación con el gobierno y de la continuidad de éste más allá del 2011 (año de las próximas elecciones presidenciales). Por eso, quienes viven del fútbol están evaluando modelos alternativos que permitan no sólo que la actividad sea viable a largo plazo sino también que se adapte a los desarrollos tecnológicos, aunque tratando de respetar el espíritu inicial de la movida.
Una de las propuestas que circula tiene mucho que ver con la TDT (Televisión Digital Terrestre) de próximo lanzamiento (en marzo Canal 7 comenzaría con las transmisiones digitales) y podría servir para darle un fuerte impulso a su desarrollo en esta etapa inicial. Básicamente lo que se plantea es que las transmisiones gratuitas sean únicamente por la señal digital, aunque manteniendo la transmisión analógica en las zonas donde la TDT no llegue.
Los operadores de cable o DTH (Direct To Home, léase DirecTV) podrían retransmitir los partidos, previo pago al Programa Fútbol para Todos, para lo cual la AFA crearía una señal de TV (algo así como un TyC de los propios clubes). El monto pagado se distribuiría entre los clubes, un fondo para el desarrollo de la TDT y otro que servirá para financiar la digitalización de operadores de TV por cable. Asimismo, se propone crear una señal premium  de alta definición (HD), la que se pagaría por fuera del abono básico al servicio de TV paga.
Finalmente, la idea es también ampliar los canales de distribución de estos contenidos, por lo que no habría que descartar productos para celulares y/o Internet. De esta manera, las empresas de telecomunicaciones podrían también ingresar al negocio de la distribución de fútbol.
Se podrá argumentar, no sin razón, que su punto débil es que el fútbol no será tan gratuito como se presume si exige la tenencia de un conversor o un televisor digital al espectador. Pero también es cierto que lo que hay hasta ahora tampoco lo es, ya que son varios los puntos del interior del país donde Canal 7 no llega y por lo tanto la única forma de ver fútbol es vía TV paga.
Sin dudas, esta propuesta es, como todas, discutible. Pero tiene sus virtudes. La principal, desde la perspectiva del ciudadano, es que el fútbol se financie por sí sólo y no con los recursos del Estado, que ciertamente tiene otras prioridades. Desde la perspectiva tecnológica, podría ser un impulso clave para el desarrollo de la TDT. Pero también lo será para la industria que gira a su alrededor: fabricantes de conversores, televisores, equipamiento de transmisión y operadores de TV paga.
La cercanía del inicio del campeonato local hace inviable pensar que este esquema o uno similar se aplique de inmediato. Pero este es un año mundialista, por lo que la presencia de Argentina en Sudáfrica podría ser un interesante banco de ensayos para transmisiones y equipamiento necesario.
Más allá de que esto es sólo una propuesta y que, de avanzar, probablemente sufra modificaciones, es un indicio de que hay intenciones de hacer más seriamente algo que nació a las apuradas y desprolijamente, cuya su continuidad en el tiempo, bajo el formato actual, está seriamente amenazada. Ahora sólo resta esperar.

Finalmente, vinieron por mí

Esta semana, Google trascendió las secciones de tecnología o economía y negocios para instalarse en política e internacionales, luego del affaire chino.
La empresa emitió un mensaje oficial a través de su blog corporativo en el que indica que dejará de cooperar con la censura china en Internet, abriendo la puerta para el cierre de sus operaciones en aquél país. Google denuncia un ataque “altamente sofisticado” y proveniente de China a su infraestructura, que resultó en el robo de propiedad intelectual. También aclara que el ataque no fue sólo a ellos sino también al menos otras 20 empresas en distintos sectores de actividad. Y, finalmente, que hubo intentos de acceso a las cuentas de Gmail de activistas a favor de los derechos humanos en China en todo el mundo (no únicamente residentes en aquél país). La relevancia de las acusaciones es tal, que la propia Secretaria de Estado de los EE.UU. emitió un comunicado al respecto, pidiendo aclaraciones a las autoridades chinas.
Fue notable como en ciertos ámbitos donde la tecnología y los negocios se vinculan, hay varias voces que opinan que, sin negar los hechos denunciados, la reacción de Google se ve potenciada por el hecho de no lograr en ese país una posición relevante donde alcanza sólo un tercio de las búsquedas desde China, resignando el primer puesto a la local Baidu (con fuertes vínculos con el gobierno). En esta línea de razonamiento, los ataques y la censura ayudan para que Google pueda retirarse sin que parezca un fracaso comercial.
Más allá de la veracidad o no de este análisis, quizás la desconfianza detrás de las reales motivaciones y el peso de cada una en la decisión final venga del propio hecho que Google no puede presentarse como un inocente desprevenido. Cuando en 2006 se lanzó el servicio en China (google.cn), la empresa sostuvo que era mejor ofrecer un servicio censurado en cuanto al resultado de las búsquedas, que no ofrecer nada. Esa decisión le valió muchas críticas, especialmente porque iban contra su lema “Don’t be evil”. Esta frase, que encabeza su código de conducta, resultaba totalmente fuera de sincronía con su aval a la censura en China. Así, peor que aceptar la censura impuesta por el gobierno chino, era su doble discurso. Previsiblemente, eso mismo que avaló, ahora le jugó en contra.

Terra ignota

El comienzo del año también marcó el ingreso de Google al negocio de la movilidad, no ya con su sistema operativo Android, sino lisa y llanamente con un equipo de concepción propia, aunque fabricado por HTC. Se trata del Nexus One, un dispositivo que parece haber recibido una cobertura mediática que no se vio reflejada en las ventas.
Por las características del terminal y por el hito marcado en su momento, la comparación con iPhone es inevitable. Más allá de las similitudes y diferencias técnicas (ampliamente cubiertas en distintos medios), hay un conjunto de aspectos que marcan la diferencia. Mientras Apple innovó en cuanto al producto, tuvo una actitud superconservadora en cuanto a la comercialización, atando las ventas de su equipo al contrato con un único operador (inicialmente), desincentivando el uso de equipos desbloqueados. A la inversa, Google mostró poca innovación en el equipo (de hecho tiene muchísimas similitudes con el iPhone), pero quiso dejar su marca en la comercialización, vendiendo en forma directa desde su sitio, aún en los casos en que el equipo incluya la línea (y el subsidio) del operador T-Mobile. De hecho, desde el sitio del operador remiten al del Nexus One para información y adquisición.
Esta política comercial apunta al comprador que se siente cómodo online (lo cual no debería ser raro en el caso de un interesado en este equipo), pero priva del empuje de marketing que si tuvo el iPhone a través de AT&T, en los EE.UU., y de otros operadores en los demás países donde se comercializa (publicidad, disponibilidad en tiendas, etc.).
A esto se suma que Google aún no cuenta con una cultura y estructura de soporte para este tipo de productos. Acostumbrados a los servicios gratuitos y al soporte únicamente online, la situación es muy distinta en el caso de un equipo que liberado tiene un precio de US$ 529. Y por lo tanto, los naturales reclamos y necesidades de ayuda no se vieron satisfechos de la misma forma en que sucede con otros productos en la misma categoría, tal cual lo consigna el New York Times en su artículo “Hey Google, Anybody Home?” algo así como “hay alguien en casa Google”.
Nadie duda de la capacidad y poder de Google para incursionar en nuevos negocios, pero sin dudas deberá pagar un derecho de piso por querer hacer las cosas a su manera en mercados que no le son tradicionales. Se trata de un camino no exento de espinas.

Átomos vs. Dragones

La semana que pasó trajo muchas noticias desde el CES, el Consumer Electronics Show, muestra anual de la industria electrónica que se produce en los EE.UU. La edición del 2010 se caracterizó por la abundancia de dispositivos, el grueso con conectividad inalámbrica de todo tipo.
Entre los múltiples equipos presentados, hubo una avanzada clara de una “nueva” categoría de portátiles bautizadas como smartbooks. En principio, al menos partiendo de los primeros modelos, apuntan a ocupar el lugar originariamente pretendido por las netbooks: pequeñas computadoras, ultra portátiles y de gran autonomía, que basan su uso en aplicaciones Web y por lo tanto trabajan en conexión permanente con la red.
A pesar de su intento, las netbooks rápidamente se asemejaron a las notebooks, tanto por el uso dado por los usuarios así como, y principalmente, por las configuraciones ofrecidas, con espaciosos discos rígidos para que los usuarios tengan allí sus aplicaciones y datos aunque sin ampliar la capacidad de conectividad móvil más allá de WiFi. Las smartbooks presentadas respetan el modelo de un equipo enfocado en la conectividad, con escasa capacidad de almacenamiento y utilizando aplicaciones y datos mayormente en la nube. Y para accederlos no sólo cuentan con WiFi sino también con las redes 3G. Simplificando, las netbooks responden al modelo Windows-Intel, que tiene una fuerte impronta PC, mientras que las smartbooks, basadas en tecnología de Qualcomm tienen un modelo más próximo al de un smartphone.
Esto responde a diferencias genealógicas. Proveniente de Intel, la plataforma Atom no incorpora en forma nativa conectividad con redes celulares. Intel debería licenciar las tecnologías que son y serán competencia de su banda ancha fija y móvil WiMax. La plataforma de Qualcomm, en cambio, soporta en forma nativa todos los servicios 3G en cualquier región del plantea. Así, las smartbooks, al igual que los smartphones, tienen mayor conectividad porque gozan de la cobertura de las redes celulares actuales, mientras que las netbooks dependen mayormente de la cobertura WiFi, mucho más localizada.
Entre los fabricantes de smartbooks basadas en Snapdragon, hay varios que ofrecen equipos con Atom. Esto significa que Intel tendrá ahora más competencia en el terreno de la ultramovilidad . Y Qualcomm es un rival de cuidado porque tiene un activo clave en el terreno de la movilidad: su control sobre las tecnologías 3G. Se va a poner lindo.

Adiós a lo conocido

Como resultado de la proliferación de múltiples dispositivos electrónicos (celulares, smartphones, netbooks, smartbooks, e-readers, GPS y otros), con mayor o menor capacidad de procesamiento pero todos ellos con posibilidades de conectividad inalámbrica (y crecientemente hacia redes celulares además del WiFi), la resultante será que algunos parámetros tradicionales de la industria queden de lado.
Tal es el caso de los porcentajes de penetración basados en la población, los cuales dejarán de tener sentido. Ya no será una conexión por usuario (como pasa con los celulares), si no que una misma persona tendrá 2, 3 o más equipos conectables. Así, penetraciones del 200 o 300% no serán raras en un plazo no tan largo.
Trasladando esto a la industria móvil, las participaciones de mercado de los operadores medidas en términos de líneas dejarán de tener relevancia, volviéndose a factores más clásicos como la facturación, que a fin de cuentas es lo que vale.

Linkeando

  • Intraconvergencia: Siguiendo la lógica tecnológica y de la industria, los negocios de telecomunicaciones de Carlos Slim apuntan a consolidarse luego de la oferta de América Móvil por el control de Telmex y Telmex Internacional. [Reuters]
  • Privacidad, especie en extinción: Esto es lo que surge de una exposición del fundador de Facebook. No es que sea una novedad, aunque es preocupante que el responsable de la principal red social del mundo tenga esta visión. [ReadWriteWeb]
  • In crescendo: Así está la tensión entre Telecom Italia y el gobierno en relación a las consecuencias de la participación de Telefónica en la primera. El lenguaje diplomático está dejando lugar a acusaciones más directas. [La Nación]

Benditos teléfonos

En una versión aggiornada de las bendiciones que la Iglesia solía hacer de las herramientas de trabajo de los labriegos, en Londres un presbítero bendice celulares. No sería raro que en el futuro los equipos vengan bendecidos de fábrica, como una forma de ofrecer mayor valor.

¿Tecnología racista?

Se acusa de racista a las personas, instituciones y gobiernos, pero hacerlo con la tecnología, es algo novedoso, aunque quizás no del todo desacertado. Una webcam de HP supuestamente sigue las caras de las personas para mantenerlas centradas, pero aparentemente tiene dificultades para reconocer caras negras. El video es revelador.

Your sidebar area is currently empty. Hurry up and add some widgets.