El anuncio realizado esta semana en relación al Programa Conectar Igualdad que apunta a otorgar una netbook a cada alumno de escuelas secundarias públicas del país dejó mucha tela para cortar.
La primera y más evidente es el grado de escisión en la sociedad argentina. Un gobierno más preocupado en dividir políticamente que en armonizar logra que un plan con buenas intenciones (nadie puede estar en contra del acceso a la información de los estudiantes) sea profundamente criticado, y así, por ejemplo, aquellos que señalaron al uruguayo Plan Ceibal como modelo, hoy critican lo que se hace aquí. Por otra parte, también es cierto que muchos anuncios del gobierno relativos a la educación no se cumplieron, como la difusión de la jornada completa o la cantidad mínima de días de clases por año. Así, es comprensible que haya descreimiento sobre la efectiva concreción de lo anunciado en este caso.
No ayuda que la presidenta se compare a sí misma con Sarmiento. Educar es algo muy distinto a proveer una herramienta. No obstante, según lo que puede leerse en el sitio Web destinado al programa, parece prestársele muchísima atención a la distribución del hardware, pero hay muy poco respecto a algo tanto o más importante, como es la formación docente y la adecuación de las metodologías de estudio como consecuencia de la incorporación del equipamiento. O sea, más énfasis en la herramienta (necesaria sin dudas) que al contenido y proceso educativo.
Por otra parte, tampoco queda claro cómo este programa se articula con los presentados en otros distritos, como las provincias de San Luis, Rio Negro o Salta, o la ciudad de Buenos Aires. Asimismo, siendo que la incorporación de esta herramienta al proceso educativo trae aparejado un reenfoque profundo del mismo, sería interesante escuchar la opinión de quienes son expertos en educación aunque no formen parte del gobierno.
Desde el punto de vista de la industria, evidentemente este plan representa una gran oportunidad, especialmente para los productores locales. De hecho, CAMOCA, cámara que los agrupa, rápidamente emitió un comunicado de prensa respaldando el programa y las oportunidades que representa para la industria local. Para tener una idea del impacto del programa, en el 2009 se vendieron en el país unas 900 mil computadoras portátiles, con lo que 3 millones destinadas al plan representan una cantidad más que interesante, habida cuenta de que a éstas se les sumarán las que el mercado consume regularmente. Si bien aún no queda en claro si los equipos de producción nacional tendrán algún tipo de ventaja o prioridad respecto de los extranjeros, si hubiera incentivos de este orden, serán sin dudas más favorables a la industria que el establecimiento de barreras arancelarias geográficas del estilo impuesto tecnológico.
Finalmente, y ya desde una perspectiva más política, el programa es una gran apuesta del oficialismo. A un año y medio de las elecciones para presidente, muchos ven en este anuncio una medida destinada a convencer a una porción del electorado hoy en duda. Pero si el programa no cumple sus objetivos, la medida podría convertirse en un boomerang.
En fin, el programa tiene aspectos positivos, para la educación y para la industria, aunque sería un error entenderlo como una solución a los problemas educativos del país. Y luego de otros antecedentes, es normal que algunos desconfíen. Se trata en definitiva de un programa que por su envergadura e implicancias debería ser más preciso y amplio en su descripción, así como tener un tratamiento más plural, tanto desde el punto de vista político como técnico.