¿Repitiendo la historia?

Años 80. Apple lanza su computadora personal Macintosh. Su interfaz gráfica y la integración de hardware y software de un mismo fabricante hacían de ésta un equipo muy superior a las PC de múltiples marcas corriendo bajo la interfaz de texto de MS DOS. Pero a pesar de ser claramente superior, la Macintosh nunca dejó de ser un producto de nicho, estando siempre por debajo del 10% de participación de mercado en computadoras personales, llegando por momentos a niveles de 3%. ¿Por qué? El modelo cerrado, tan propicio para simplificar el funcionamiento del equipo, le restó alcance y variedad. En la vereda de enfrente, Microsoft con un sistema operativo con sus limitaciones y defectos (primero el MS DOS, luego las distintas versiones de Windows), pero bajo un modelo abierto, demostró ser más fuerte. Esta apertura permitía la innovación de los fabricantes de hardware y el desarrollo de distintos modelos de comercialización así como de diseño de producto. Se cumplía nuevamente la máxima que dice que en tecnología no es el mejor producto desde el punto de vista técnico el que resulta ser un éxito comercial.
Algo más de 20 años después, Apple vuelve a tener un éxito de diseño y funcionalidad, esta vez no en el ámbito de las computadoras personales pero en el de los celulares. Con el lanzamiento del iPhone, revoluciona (en el sentido estricto de la palabra) el negocio de los handsets, estableciendo un concepto que sus rivales corren a copiar e intentar mejorar. Los millones de equipos vendidos convalidan el éxito. Sin embargo, comienzan a encenderse luces de alarma. En el primer trimestre de 2010, en EE.UU. el mercado donde el iPhone es más fuerte, por primera vez las ventas de estos equipos pierden a manos de las distintas variantes de terminales equipados con el sistema operativo Android de Google. Android equipó al 28% de los smartphones vendidos, frente al 21% de iPhone.
La historia parece repetirse. Mientras que Apple apuesta al diseño de un equipo que integra hardware y software, Google desarrolla un sistema operativo que puede ser incluido en todo tipo de dispositivo, permitiendo a los fabricantes innovar en base a él. Así surgen clones del iPhone, pero también equipos que combinan pantallas touch con teclados deslizables y otras características que cumplen con los distintos deseos de los usuarios. Además, capitaliza de esta forma los acuerdos de distribución de fabricantes fuertemente establecidos y con aceitadas relaciones con operadores así como redes de soporte y comercialización. Nombres como Motorola, Samsung, HTC a los que día a día se suman otros, le dan a Android un empuje que Apple por sí sola no puede lograr. Adicionalmente, permiten una variedad de formatos y diseños que de alguna manera ridiculizan al iPhone, básicamente el mismo teléfono sea el 2G, 3G o 3GS.
Esto no quiere decir que Apple debiera licenciar libremente el iPhone OS para su incorporación por otros fabricantes. Pero como sí lo demuestra el éxito de Blackberry, que en otro estilo también es un modelo cerrado de hardware y software, debe por un lado terminar con las exclusividades de operador así como preocuparse por desarrollar distintos modelos de equipos, evitando además limitar las aplicaciones de terceros para esta plataforma. A fin de cuentas, lo que actualmente propone Apple es una uniformización que es digna de una sociedad industrial de masas, y no de una de múltiples segmentos, característica de la era de la información.
Los próximos tiempos demostrarán si Apple está en condiciones de dominar una industria o si pasará a la historia como una empresa innovadora en base a rupturas, pero débil a la hora de convertir ese impacto inicial en una posición de fuerza sostenible en el tiempo.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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