Altos y bajos del 2010

El que termina es sin dudas un año donde la tecnología llegó en diversas ocasiones a las páginas de los medios masivos, tanto desde lo puramente tecnológico como lo social y lo político.

En lo tecnológico, se destacaron algunos temas. Uno fue la internetización de la TV. La capacidad de los televisores de conectarse a la red para acceder no sólo a contenidos en video sino también a distintas aplicaciones llegó para quedarse. El cambio de paradigma amenaza con alterar el negocio de la TV paga, que ahora tendrá como competidores a proveedores que no necesitan contar con infraestructura propia. Esto se puede ver a nivel internacional con la oferta de servicios como Netflix o Google TV. Localmente, si bien el reciente anuncio de Telefónica que dará servicios de video sobre su red de banda ancha no habla de independencia de la infraestructura, sí marca un primer paso en esta división.

Otro tema fue el furor de los smartphones con su principal implicancia: liberar a Internet de las ataduras físicas. El acceso a la red y sus servicios ya no es cosa únicamente de una PC conectada a banda ancha fija, sino que ese universo de información, entretenimiento y socialización que es la red puede acompañarnos a todas partes. Si bien todavía falta bastante en el desarrollo de las aplicaciones y contenidos móviles, los mismos están avanzando a una velocidad que es mayor a la capacidad de los seres humanos de absorberlos. El concepto de Internet en todas partes ya comienza a ser una realidad. Y el próximo gran paso, la geolocalización, apunta a ser una de las grandes explosiones para el 2011.

Por otra parte, el concepto de Internet en todas partes y en dispositivos que no sean PC está marcando claramente el fin de Windows como plataforma dominante en lo que a tecnologías de información atañe. El acceso desde teléfonos, tabletas, consolas, TV, radios y toda una plétora de dispositivos conectables están abriendo el juego como nunca antes en la historia de las TIC. Esto tiene su contracara en el surgimiento de espacios cerrados en un esquema que fue concebido como abierto e interrelacionado. Son “barrios cerrados”, que usan una infraestructura pública y común para dar acceso a servicios y contenidos restringidos.

Sin dudas, el 2010 quedará en la historia como el gran año de las redes sociales. No sólo porque Facebook superó los 500 millones de usuarios, cifra a todas luces asombrosa. En Argentina, ya se estima en unos 12 millones la cantidad de cuentas, equivalente a más de la mitad de los usuarios de Internet del país. También Facebook puso sobre el tapete el debate sobre la privacidad, algo que parece preocupar más a los inmigrantes que a los nativos digitales.

Hablar de Twitter es más complicado por dos motivos. En primer lugar, porque su crecimiento es tan acelerado que cualquier estadística huele a rancio luego de un par de meses. En segundo lugar, porque más allá de los usuarios registrados, se hace difícil determinar cuántos de éstos siguen usando el servicio después de un tiempo, habida cuenta de que su uso no es tan intuitivo ni sencillo en comparación con Facebook. De lo que no quedan dudas es que fue uno de los grandes fenómenos del año, tanto a nivel global como local (basta ver la cantidad de followers que registran algunas figuras populares argentinas para darse una idea).

Por otra parte, son estas mismas redes sociales las que están colaborando en aumentar el atractivo de celulares con capacidad de acceder a ellas. Se quiere socializar en cualquier momento y lugar, no sólo sentado frente a una computadora.

La tecnología también estuvo presente en las páginas políticas de los medios. A nivel global, el caso de Wikileaks marcó como nunca que el impacto en la política no se limita a usar Twitter y Facebook para campañas presidenciales. No sólo por las implicancias de la difusión de la información clasificada, sino también porque dio lugar a ataques informáticos en masa, haciendo palpable que las guerras cibernéticas no son solo cosa de la ficción.

Localmente, el entrecruzamiento de la política y la tecnología estuvo a la orden del día. Desde el tema Fibertel, aún lejos de estar resuelto, pero que evidenció que una política en telecomunicaciones no se implementa de la noche a la mañana. Y donde la justicia, fallando en contra de las decisiones del gobierno, salvó a éste de un paso en falso. De no haber sido así, estaríamos en vísperas de un conflicto mayor (el plazo original se cumple el 23 de diciembre), con una gran proporción del millón de abonados de la empresa a punto de quedar desconectados y sin la perspectiva de contar un proveedor alternativo en condiciones de darle el servicio. El conflicto, no obstante, sirvió como llamado de atención para pensar, luego de muchos años de olvido, que la regulación de las telecomunicaciones es un tema clave para delinear la Argentina que vendrá en un mundo que cambia aceleradamente.

El 2010 fue también el año en que el gobierno decidió avanzar en serio en materia tecnológica, tanto desde los planes de incorporarla a la educación como con el desarrollo de infraestructura de base para aumentar la capacidad y capilaridad de las redes. Medidas que podrán ser discutidas en su implementación pero que representaban una deuda pendiente difícil de seguir obviando.

En síntesis, un año que tuvo de todo y que probablemente quede en la historia como aquél en el que se produjeron muchos puntos de quiebre.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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