¿El año de las tablets?

Por distintas razones, en los últimos tiempos es mucho lo que se habla de tablets, un concepto que si bien existe en la industria informática desde hace bien más de una década, no fue sino hasta el lanzamiento del iPad de Apple que se convirtió en un producto atractivo y apto para el mercado masivo. No obstante, pareciera que la gran excitación que se produce alrededor de las tablets tiene más que ver con la oferta en general que con la demanda.

En materia de usuarios de tablets hay que diferenciar claramente a los early adopters de lo que es el mainstream. Los primeros son aquellos que tienen una PC (muy probablemente una notebook) y un smartphone y que, como buenos entusiastas de la tecnología que son, agregan una tablet cuyo uso se acomoda entre ambos dispositivos. Éstos son mayormente los que hasta ahora han comprado tablets localmente. Pero para los segundos, y que son los necesarios para darle volumen a la cosa, si bien una tablet es un producto atractivo y deseable, todavía no queda bien en claro cómo se inserta ésta entre lo que ya tienen, amén de que no están tan dispuestos, por ahora, a desembolsar los $ 3 mil y más que cuestan estos dispositivos. Así, es la oferta (fabricantes, operadores, desarrolladores y proveedores de contenidos) quien tiene que esforzarse para que deje de ser un producto mayormente aspiracional para agregarle también un sentido utilitario claro, que justifique una erogación similar a la que se hace por una notebook o un LCD.

Por sus características físicas, una tablet es un dispositivo más apto para el consumo de contenidos (web, diarios y revistas, video) que para su generación. Se puede escribir un mail o participar en una red social, pero nadie en su sano juicio la utilizaría para escribir un informe o armar una compleja planilla de cálculo (salvo que le agregue un teclado, con lo que parecería una notebook). Y si bien algunas tienen conectividad celular y hasta capacidad para establecer llamadas, en realidad son más computadoras que smartphones. Aquí hay una razón de peso: por su tamaño, transportar una tablet, al igual que una notebook, es un acto premeditado, mientras que en el caso de un smartphone será un acto automático.

Esta diferencia hace que sean equipos más propicios para su utilización en forma estática, sentado a una mesa, en un sillón o tirado en la cama, y no tanto en movimiento, como sí sucede con los smartphones. Así, la venta de las tablets a través de operadores celulares no parece, por el momento, que sea el mejor camino, como no lo fue hasta ahora la venta de netbooks a través de éstos. Además, se produce un problema adicional: un operador celular venderá cualquier dispositivo que pueda atarse a un abono, ya que su negocio es la conectividad, no los equipos. Pero un usuario no querrá tener un abono para cada dispositivo conectable. Para enfrentar este problema, los operadores ya están dando sus primeros pasos. Recientemente comenzaron a ofrecer bundlings de smartphones con módems 3G, asociados ambos a un mismo abono de datos, bajo un modelo similar al de un pool de Mb. Este modelo sería fácilmente trasladable a las tablets.

Hay también un interesante mercado potencial para aplicaciones verticales, que fueron el objetivo inicial de las tablets años ha, y que hoy vuelven a surgir con fuerza debido al abaratamiento del hardware. Pero para ello hace falta el desarrollo de aplicaciones específicas y una comercialización distinta a la de un producto de consumo.

En síntesis, por ahora será un mercado más dependiente del push de la oferta que del pull de la demanda. Por esto, es probable que este año veamos mucho ruido por parte de fabricantes, operadores y proveedores de aplicaciones y contenidos, pero más cautela por el lado de los consumidores. Será más bien un año de evangelización.

Acerca del autor

Enrique Carrier

Analista del mercado de telecomunicaciones y nuevos medios, basado en Buenos Aires, Argentina

Por Enrique Carrier

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